Benedicto XVI o Joseph Ratzinger, el cardenal alemán, murió este sábado en su residencial papal de Castel Gandolfo, nueve años después de renunciar al papado.

El Sumo Pontífice marcó un momento de la historia reciente de la Iglesia Católica al renunciar al papado, un hecho que no se presentaba hacía seis siglos y que dejó muchas inquietudes sobre quiénes guiaban la fe católica.

Tras ser investido, con el nombre de Benedicto XVI, Joseph Ratzinger fue criticado por pertenecer a las juventudes hitlerianas, aunque a su favor estaba que esta era una orden nacional del nazismo que obligaba, sí o sí, a todos los adolescentes de la época.

Además, porque en los años 80 protegió y trasladó (cuando él era arzobispo de Múnich) a un cura acusado de pederastia.

La primera acusación la resolvió recordando que en el año 2006 había visitado el campo de concentración de Auschwitz y, luego de orar, había podido perdón por los abusos de los nazis.

Sobre la segunda, nunca se escuchó su respuesta.

Ese mismo hombre sería elegido Benedicto XVI, el 19 de abril de 2005, en reemplazo del fallecido Juan Pablo II, y su voz se escucharía para criticar a esa iglesia que “hacía sufrir a Cristo”.

Recién posesionado, trató de revertir reformas aplicadas en la Iglesia y retomar la tradición de la Fe y el catolicísimo, pero esos mismos que hacían “sufrir a Cristo” lo tenían acorralado en el Vaticano.

Solo un año aguantó Benedicto XVI o Joseph Ratzinger esa “presión interna” de quienes manejaban la Iglesia en Roma y renunció.

Su legado queda en la recuperación de la teología y el enfrentar y denunciar algunos de los poderes internos de la Iglesia Católica, sin poder vencerlos.

¿Por qué renunció Benedicto XVI?

Esta es la carta de su renuncia, aceptada el 28 de febrero de 2013:

Queridísimos hermanos,

Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia.

Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando.

Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado.

Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.

Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos.

Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice.

Por lo que a mí respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.

Vaticano, 10 de febrero 2013.