Cagaos y con el agua lejos, un viejo refrán colombiano se convierte en una frase premonitoria.
Más cuando se habla de las empresas y la economía nacional, después de la pandemia.
En “Crónica de Gardeazábal, una crítica a la ceguera de los gobiernos y empresarios que no modernizaron a Colombia y sus instituciones:
“Desde las épocas de mis bisabuelos, o quizás desde antes, cuando no existía alcantarillado en las ciudades
Y el agua había que cargarla en botijuelas para garantizar el aseo personal, quien tuviera un mal de estómago en un sitio incómodo era usado como símil para mostrar la mayúscula dificultad por la que se atravesara: decían “Cagado y con el agua lejos”.
Esa frase me ha venido a la cabeza cuando leo el sesudo artículo del profesor Wasserman en El Tiempo dominical sobre las verdaderas razones por las cuales en Colombia debemos depender hoy en día de la importación de las vacunas porque las que fabricábamos hasta hace 20 años dejamos de hacerlas en el Instituto Nacional de Salud.
Una combinación de factores económicos más una falta de visión futura y una humillación miserable a los grandes pulpos internacionales
Colinchados entre farmacéuticas y organismos multilaterales,
Nos llevaron al sitio donde estamos hoy y no donde deberíamos estar para con nuestra imaginación adelantarnos a producir la vacuna contra la peste que nos desbarata las entrañas.
Wasserman no indica culpables,
Pero establece el marco de los gobiernos que se ahorraron la plata del INS para obedecer lambonamente a los mandatos internacionales y no modernizar las plantas de producción adecuándolas a los requerimientos que se impusieron universalmente y que aquí no cumplíamos.
Preferimos entonces ahorrarnos unos pesos para gastar en más burocracia y no invertir en lo debido.
¿Qué le pasará las empresas colombianas tras la pandemia?
Pero parece que esa tendencia va continuar siendo así.
En el último número de la revista Dinero nos dan un par de golpes que son tan duros que parecerían haber paralizado el opinadero nacional.
El primero lo dan en la sección de Confidenciales donde anuncian que J.P. Morgan considera que Colombia aportará 8 empresas en el próximo semestre a la lista de lo que ellos llaman “ángeles caídos”, es decir aquellas que perderán su grado de inversión.
Según el Morgan ellas son Bancolombia, Banco de Bogotá, Grupo Sura, Ecopetrol, Oleoducto Central (Ocensa), EPM y los fideicomisos de los proyectos Costera y Pacífico III.
Y 4 páginas después, en el mismo número de la revista,
El economista Eduardo Lora dice en su leída columna que “las grandes paradojas económicas de la crisis que vivimos se agudizan porque el gobierno ha decidido aplazar cualquier reforma laboral, tributaria o pensional y lo que es peor,
Que a muchas personas y sobre todo empresas les está sobrando dinero porque no están invirtiendo”.
Los que saben de qué hablan Wasserman y Lora reconocen la magnitud y gravedad de lo que nos están contando.
Yo, ignaro, apenas puedo repetir como mi bisabuela: Cagaos y con el agua lejos.
Gustavo Álvarez Gardeazábal