El edadismo es peor que el maltrato a la gente, dice Gardeazábal en sus “Crónicas del Enchuspado”.
Y es que el edadismo (discriminación por edad) se practica a través “del aislamiento o el olvido”, agrega Gardeazábal para www.rutanoticias.co:
“Discriminar a una persona dentro de la sociedad por razones de la edad es una forma de racismo igual a la discriminación que sufren indios, negros y maricas por poner solo los tres más conocidos y cuestionados ejemplos.
Ese racismo contra los mayores de 70 está siendo catalogado como “edadismo”.
Y no solo lo ejercen los gobernantes, como los mocosos en Colombia con sus medidas contra todos los viejitos,
sino la masa humana entera que cuando siente vergüenza por la discriminación que hace contra los ancianos inventa protecciones a través del aislamiento, el olvido o la delegación de responsabilidades en centros de reclusión.
Quizás ello provenga de la deformación o desgaste de la estructura familiar que los anglosajones terminaron por reducir a su mínima expresión
Y los hispanolatinos por crecer a la cúspide de la pirámide social.
Si miramos bien la evolución de la relación de los padres de familia con sus hijos
Vemos que ella ha sufrido los cambios producidos por el enriquecimiento, la seguridad social como instrumento de convivencia y la concentración urbana en exceso.
Cada vez son más los padres que ahorran o construyen su pensión.
Pero también los padres son considerados poco a poco como las mascotas viejas de las casas y se los aísla dentro de los hogares para no enfrentar sus chocheras o sus caprichos.
¿Edadismo convierte a nuestros mayores en estorbo?
Y en las reuniones familiares que se dan cuando navidades, cumpleaños o matrimonios a los de mayor edad los sientan aparte
O se los saltan en la conversación porque consideran que o son sordos o no entienden de lo que se está hablando.
Y ni que decir lo que les aburre ayudarles a ponerse las medias o sus ropas interiores o recordarles con timbres del celular las horas en que deben tomarse las pastillas recetadas.
En otras palabras, se volvieron un estorbo para el ritmo veloz de la vida moderna y una dificultad azaradora dejarlos solos mientras los demás salen de viaje o de parranda o a trabajar.
Tal vez por ello, a los ancianos les han ido creando su propio espacio fomentando ancianatos, hogares geriátricos o edificios especiales.
En esos sitios la distancia y el olvido se disuelven en falsas envolturas de afecto, responsabilidad y garantías de cuidado que obviamente no son más que la modernización del abandono pero resultan siendo la estruendosa demostración del edadismo como forma de racismo.
Tal vez por mirar todo ello desde la altura de mis 75 años pienso que a futuro debería ser mejor que la humanidad promoviera desde niños la aceptación del suicidio como final de la existencia para que cada quien lo ejerza apenas perciba que se está volviendo un estorbo.