El algoritmo que controla nuestras vidas está en cada película, foto, comunicación o hasta en la pareja que buscamos en internet.

Pero ese algoritmo que controla nuestras vidas ataca el don más preciado del ser humano, su libertad, y por eso la “Crónica de Gardeazábal”, para www.rutanoticias.co, propone enfrentarlo:

“EL ALGORITMO Y LA SEDUCCIÓN

Me sigue asaltando la preocupación de que estemos presenciando el comienzo del final de lo que se ha llamado la civilización humana.

Dado el afán desesperado por conseguir la comodidad, vamos desbocados al sacrificio de la noción de la belleza en el arte, de la seducción en los negocios y en la vida sexual y cedido la capacidad de volver realidad nuestros pensamientos al descastado algoritmo. El arte de hoy es feo, pastiche y repugnante a más de que no dice nada ni trasmite la fuerza de la genialidad porque lo rige el desgano.

La concepción estética de la representación que fundamentaba una pintura, ha sido reemplazada por la conjunción de imágenes arrevesadas.

Los cuerpos humanos, antiguos modelos masculinos y femeninos por siglos y siglos, hoy lucen atiborrados de tatuajes primitivistas. Desde las cavernas la seducción era condición de vida. En el mundo animal el macho seduce a la hembra para aparearse.

En el actual hay una feroz batalla contra la seducción reemplazándola por el algoritmo que escoge pareja. Y lo que es peor, se ha convertido al seductor en una abusadora sexual y los puritanos de ayer lo volvieron hoy en delito punible.

Falta poco para ver como el capitalismo olvide que la seducción es la herramienta para mantener viva las ganas de comprar.

¿Cómo puede el ser humano perder la libertad?

Cada vez es más fácil inscribirse a una aplicación que busque la película que creen que nos gusta o que encuentre la pareja que nos señalan en la pantallita del celular. Ya parece de mal gusto o delincuencial usar la invención o la astucia que caracterizaron al ser humano desde los comienzos del homo sapiens.

Estoy convencido que el final de mis años me llevan a un sendero en cuya cima debo sacrificar el libre albedrío y que para comunicarme ya no podré usar la oralidad sino el teclado con que viene toda pantallita.

Trataré entonces de librar la última batalla que me corresponde, la de aquél ser humano de que tuve conciencia que era, para ingeniarme la fórmula que ayude a que muchos jóvenes no sean como la insípida Greta Thumberg, que recuperen la seducción y a su vez, así usen su mentalidad de robots que les han inculcado, me ayuden convencidos a vencer entre todos la intromisión indebida del algoritmo que aspira a destruir finalmente nuestro don más preciado: la libertad.

Gustavo Álvarez Gardeazábal

El Porce, septiembre 8 del 2021