El año 2020 termina y con él un periodo de sorpresa y dolor para la humanidad.
“Crónica de Gardeazábal” con el año 2020 bisiesto:
“En este año febrero tuvo 29 días, fue bisiesto, y de acuerdo a las tradiciones agoreras que se seguían, debía ser un año terrible. Fue peor.
En un momento de la historia, cuando las gentes han ido dejando de creer en el destino y las adivinas han ido perdiendo clientela, a nadie se le ocurrió revisar los pronósticos equivocados de quienes aún creen que les oyen sus horóscopos, les leen sus cartas astrales o sus tablas cósmicas. Nadie previó el remolino que nos iba a chupar.
Ninguno de los algoritmos con que el señor Gates o los de Apple o Facebook seguramente nos están manejando parecen haber acertado en la previsión o tan siquiera en la solución.
La humanidad, que fue capaz de inventarse los antibióticos, no pudo encontrar la contra de la peste que lo ha invadido y todo se la han jugado por la vacuna, olvidándose del fármaco que puede contrarrestar de manera inmediata el covid.
¿Fue peor el coronavirus que la gripe española?
Reinventando el método medioeval de los confinamientos, cerrando el tráfico aéreo y la movilidad por carreteras, volvieron en este año de 366 días a surgir las murallas que en la antigüedad encerraban a las ciudades tratando de escapar de una peste que muchos creen peor que la vivida hace 100 años con la gripe española.
Nadie, empero, le echa la culpa al carácter de bisiesto que ha tenido el año, ni a los cálculos astrales que aseguraban en este 2020 iniciaba la era de Acuario.
Menos que hay una mayoría silenciosa que en lo profundo de su ser pueda estar creyendo que lo que hemos sufrido este año es castigo divino porque nos hayamos revolcado en el pecado de Sodoma y Gomorra o ya muchos no crean ni sigan a los intermediarios de Dios en la tierra.
Hemos ido de la sorpresa, conque los chinos admitieron que desde Wuhan se extendía una enfermedad incurable, a la tranquilidad con que no nos sorprendimos de la velocidad de los laboratorios intercambiando los genes del virus para engañar a los del cuerpo humano y dizque enfrentarlos en una vacuna sin que hubiese pasado un año de la existencia del covid.
Convencidos, paradójicamente la gran mayoría de habitantes del planeta, que el 2021 es el año de la esperanza nadie busca a los adivinos de otrora ni espera que el papa de Roma o los imanes mahometanos tengan la palabra orientadora.
Con la misma capacidad conque nos globalizaron para explotarnos ahora nos tornamos en los promotores del egoísmo como salvavidas en medio del tenebroso tsunami de deshumanización que comenzó a ahogarnos este año bisiesto y no sabemos cuánto tiempo más vaya a durar.
Gustavo Álvarez Gardeazábal