El Edificio Mónaco siempre fue mítico y alrededor de él nacieron leyendas urbanas que iban desde su cercanía al club campestre, como respuesta de Pablo Escobar a los ricos de Medellín por recibirle su dinero, pero nunca mezclarse con él, hasta las amenazas de muerte a un alcalde y su esposa por la desaparición de joyas del capo y su esposa.

El atentado al Edificio Mónaco, el 13 de enero de 1988, fue el primero en donde se utilizó un carro bomba en Colombia, supuestamente contratado por Elmer “pacho” Herrera con ETA, la guerrilla española.

Y ahí nació la primera leyenda urbana. Según los chismosos de la época, los primeros en llegar al Edificio Mónaco fueron los comandantes de policía y después el Alcalde William Jaramillo Gómez y su joven esposa luz Elena Bermúdez.

Mientras unos hablaban del odio de Escobar hacia la esposa del Alcalde por dar declaraciones sobre las posesiones, cuadros y “excentricidades” que vio en el cuarto del capo, otros hablaban de como discretamente la dama había tomado algunos “recuerdos” de la casa del jefe del cartel de Medellín.

Una u otra verdad, que nunca se clarificó, Luz Elena y su hija tuvieron que salir de Colombia ante la orden de Pablo Escobar de matarlas.

Otra leyenda fue el odio de Escobar por Helmer “pacho” Herrera, quien era el cuarto del cartel de Cali, detrás de Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela y José Santacruz Londoño.

Su condición de gay siempre había levantado malestar en Escobar y el asesinato de un socio del cartel de Medellín, Jorge Pabón, alias el negro, supuestamente a manos de un amigo de Herrera, llevaron a que Escobar pidiera a los Rodríguez que le entregaran a “pacho” para matarlo, la negativa de los caleños llevó a que Herrera intentara tomar la delantera y ordenara el carro bomba contra el Edificio Mónaco.

Dos atentados sanguinarios serían la respuesta de Escobar. El primero el 25 de septiembre de 1990 cuando 19 personas fueron asesinadas en la finca Villa de Legua, en Candelaria, Valle, en un partido de fútbol del cual huyó Herrera herido.

Posteriormente, el 27 de julio de 1991, 27 personas murieron en Jamundí, en un balneario donde estaba Herrera, quien nuevamente escapó vestido únicamente con su pantaloneta de futbolista.

Pero los dos capos nunca pudieron saciar su venganza. Herrera se entregó el primero de septiembre de 1996 y fue condenado a 14 años de cárcel. Allí mismo moriría en noviembre de 1998, asesinado, jugando fútbol, por un sicario enviado por Wilmer Varela, alias jabón.

Y Escobar moriría en 1993 después de escapar de la cárcel de La Catedral.

Tras la muerte de Pablo Escobar el edificio Mónaco logró aún más reconocimiento y prontamente sus paredes y pisos se convirtieron en botín vació de los cazadores de supuestas caletas del capo.

Medio destruido fue entregado a la Policía, que ubicó allí al UNASE, Unidad Antiextorsión y Secuestro, que salió prontamente ante las críticas de sus adinerados vecinos que no veían con buenos ojos a tantos policías cerca.

Luego llegó la Fiscalía, y como la Policía, salió pronto al no saber qué hacer con el deteriorado edificio.

Sin sus paredes cubiertas de cuadros y obras de arte, con la piscina convertida en campo de cultivo para los zancudos y encerrado en la verja de seguridad que impidió que el carro bomba de 1988 causara más daños, el Edificio Mónaco fue finalmente el fondo para las fotos de los gringos periqueros, y dos o tres turistas de verdad, que venían detrás de la leyenda de Pablo Escobar y se encontraban con una ciudad poseída por los combos delincuenciales, con 80 muertos en sus primeros 50 días del año, con robos y asaltos en cada esquina y con un  alcalde que prometió darle seguridad a sus ciudadanos y se dedicó a montar shows para tomarse fotos y hacerse videos, mientras su secretario de seguridad está detenido por “dialogar” cómodamente,  en su oficina de la Alcaldía, con la Oficina de sicarios creada por Pablo Escobar.