El Ejército de Colombia vive horas turbulentas, acusado de “chuzar” a opositores y periodistas y a la vez de vivir una supuesta división interna entre seguidores de Uribe y de Santos.

Además, “… nadie sabe quién mueve la cuna”, dice Gardeazábal en sus Crónicas del Enchuspado al hablar del Ejército de Colombia y su borrasca.

Crónica 61 del encierro de Gardeazábal sobre La borrasca militar en el Ejército de Colombia:

“Nos asaltan las preguntas. El Ejército era la institución colombiana más respetada. Su neutralidad nos salvó muchas veces de caer en la hondonada de la historia. Su valentía le llevó a resistir a nombre del estado constitucional múltiples embates desde las guerras del siglo 19 hasta las guerrillas del siglo 20.

Hacia el Ejército mirábamos los infantes que fungíamos como  curiosos testigos de la violencia partidista del 48 al 58. Guardábamos la esperanza de su presencia para que volviera la tranquilidad a tantos pueblos donde las estúpidas batallas a bala y machete a nombre de liberales y conservadores nos ahogaban en sangre.

Pero como el Ejército no pudo ganarle la guerra ni a las Farc ni a los Elenos. Como generales y soldados se hicieron los sordos para poder pactar con los paracos. Como siempre usaron el arma de aumentar con sus decires la corrupción galopante de la Policía, a quien cariñosamente llamaban “los primos”. Como de cargar su bastón de mando los comandantes pasaron a tener un vaso de wiskie en la mano. Por muchas razones más, el Ejército no tiene hoy con qué defenderse de los baldados de desprestigio que le están cayendo encima.

¿Hay lluvia de poder y dinero en Ejército de Colombia ?

Muchos conocedores de kepis y botas afirman, como también lo hace  el ministro de Defensa Carlos Holmes, que el Ejército está dividido. No sabemos si en santistas y duquistas o en seguidores del embajador Mejía y del purgado Nicasio.

Las denuncias a cuenta gotas de la revista Semana, aceleradas desde cuando los Gillinsky, amigos de Soros, se hicieron a su control, hace pensar muchas cosas y nos ponen a dubitar si estamos cerca del caos o sin mando presidencial.

El silencio misterioso de los medios sobre las siempre cuestionadas actividades de la Policía. La protección indebida que la Casa de Nariño le brinda al general Arteaga, Director de la Policía, pese a haber sido llamado a juicio verbal por la Procuraduría. El singular y coincidente esfuerzo publicitario de llevar a Netflix y después a la televisión colombiana la vida del vicepresidente de Santos. Pero sobre todo,  el respaldo que el propio gobierno a través de Carlos Holmes le dio por anticipado al resultado de las investigaciones de la Operación Bastón, que desnudó las lluvias de poderes y dineros que se entrecruzaron en las filas del alto mando. Todo eso hace pensar que no es por inercia que se ha llevado el Ejército al paredón de fusilamiento y que lo que se busca puede hacer parte de una conjura vengativa o de un esfuerzo  de los desconocidos esbirros bogotanos de Soros por conseguir un resultado nefasto con el caos o, quizás, hasta bondadoso si la purga inminente resulta eficiente.

Mientras tanto perdemos la noción de patria que enarbolaban la bandera y el uniforme de los soldados. Solo nos queda la esperanza de que si la cuna se mueve, alguien la tiene que estar meciendo y, cuando lo sepamos, ya los viejos habremos sido excluidos como ciudadanos