Siguen los homenajes del mundo cultural al Maestro Gustavo Álvarez Gardeazábal, @ElJodario,  por el lanzamiento de su nueva obra: El Papagayo Tocaba El Violín. Y ahora llega desde las páginas de cultura del periódico El Espectador:

«…No inventa un realismo mágico. No hay Úrsulas que se elevan ni mariposas amarillas. Es la realidad la que supera la ficción. Una familia eterna, cada generación aportando sus cromosomas de locura e inventiva, donde el papagayo y el violín desempeñan un papel fundamental…», señala Aura Lucía Mera sobre la obra de Gardeazábal:

«Un día entero con El papagayo encima. Así fue. Logré zafarme de él a la hora de almorzar, y otra vez volvió. La culpa la tuvo Gustavo Álvarez Gardeazábal. El papagayo tocaba violín. Un “rumor que genera el humor”.

Para mí, y no quiero entrar en polémica, es su obra cumbre, porque por sus páginas se gestan Los cóndoresEl divinoDabeibaLos míos y todo su transcurrir literario. No en vano se tomó once años para parirla. Así como cuando nació, vomitó durante cuarenta y ocho horas rechazando la teta materna, hasta que su abuelo Pablo ordenó que le dieran colada de arroz. La misma colada que salvó a los bebés de Hiroshima cuando estalló la bomba atómica y las mamás quedaron irradiadas, sin poder alimentarlos. Esa colada le dio su memoria prodigiosa, para recordar su nacimiento e iniciar la investigación de todos sus antepasados.

Historias de hombres y mujeres que forjaron la historia, los vínculos y mezclas de antioqueños con vallunos y caucanos. La gran historia jamás contada. Un Macondo real, forjado entre montañas, cañones, páramos, valles y ríos del occidente.

No inventa un realismo mágico. No hay Úrsulas que se elevan ni mariposas amarillas. Es la realidad la que supera la ficción. Una familia eterna, cada generación aportando sus cromosomas de locura e inventiva, donde el papagayo y el violín desempeñan un papel fundamental. Hasta el punto de que, cuando muere, lo meten en una cajita especial y, en ataúd blanco de niños, lo lleva la carroza fúnebre, con su chofer, hasta el cementerio donde lo enterraron al son de una papayera que contrató el tío Chalo, y el violín de la mamá de Gustavo, que interpretó El invierno de Vivaldi en homenaje a Carlos. Así se llamaba el papagayo que, por cierto, silbaba cuando Maruja tocaba.

Excomuniones, matrimonios, hijos naturales, mujeres berracas, curas fundamentalistas e inquisidores, víboras rabos de ají, alguna nieta cleptómana, un tío superdotado sexualmente que parecía un oso gigante. El cardenal Micara cuando llegó a Cali con su enorme capa roja, metros y metros caminando desde La Alameda hasta el Templete. El abuelo llevando a Gustavo y cargándolo en hombros durante horas, muriendo poco después de un infarto, tal vez por cargar al niño en semejante calor. En fin.

Un libro arrasador. No en vano lo tuve encima varias horas. Repito, para mí, su obra cumbre.

AURA LUCIA MERA. https://www.elespectador.com/opinion/columnistas/aura-lucia-mera/con-el-papagayo-encima/