En Empresas Públicas de Medellín hay mucha plata para invertir, o para recoger.
El presupuesto para este año es de 19.2 billones de pesos y fuera del destinado a las grandes obras, la mayoría del dinero y su “inversión” está a disposición del gerente.
Por eso Álvaro Guillermo Rendón como gerente de EPM gastó en su vanidad particular, casi sin que nadie lo contradijera.
Primero en arreglar la oficina de la gerencia (a un costo cercano a los 61 millones de pesos), también en hacerle “favores a sus amigos” (contratar asesorías judiciales de 1.000 millones pesos) o en contratos de 200 y trescientos millones de pesos, que repartía a su parecer o bajo la mano de su amigo, Alejandro Villa.
Es decir, malgastar el presupuesto oficial, como había hecho en Coomunicipios, empresa que finalmente llevó a la quiebra.
Pero ese malgastar era a su real parecer y entender o querer y no al que le “sugerían” desde la Alcaldía.
Es más, hasta su declaración de insusbsistencia solo aceptó una petición para “otorgar” un contrato a una empresa de callcenter que será la única con autorización para llamar a los deudores y morosos de EPM e “invitarlos” a ponerse al día en los pagos.
Esa empresa de call center se “ganó” el contrato y cobrará un porcentaje sobre los dineros que recaude, aunque ese trabajo lo hacía internamente EPM y a muy bajo costo.
Además, desde la Alcaldía también querían “otros contratos” en Empresas Públicas de Medellín, pero nada.
Rendón, un contratista del Estado que le pasó las acciones de su empresa a su propia familia y a Villa, para que no lo investigaran, no “soltaba nada”.
Hasta que finalmente lo declararon insubsistente, porque aunque el queso sea muy grande y alcance para muchos, siempre habrá alguien con el mayor pedazo.