Felipe Mesa Osorio nos acompañó muchos años en el Colegio San Ignacio. Nos vio y lo vimos crecer.
Se rió y nos reímos.
Fue feliz y nos hizo felices, a muchos.
Pero Felipe Mesa Osorio murió, y nos dolió.
De esos años de acompañamiento en el colegio San Ignacio, compartimos algunas fotos con buenos momentos de la vida. Incluso, su paso por los equipos de fútbol del salón, como arquero, y su declarado amor por el Manchester City.
Y de su vida, nos atrevemos a compartir una columna del periodista Óscar Domínguez, publicada en el periódico El Colombiano:
Último adiós a Pipe
En solo 23 años largos vivió muchas vidas. Su travesía fue interrumpida por un cáncer que tuvo que pelar muchos cocos con la uña porque Pipe resultó un hueso duro de roer en los cuatro años y medio que lo combatió “sin achicar la parada”. Nunca le tuvo bronca a la vida a la que amó como a Amalia, la niña de sus ojos.
No provoca llorar por Felipe Mesa Osorio, Pipe, para su amplia red de afectos, empezando por su espléndida, inmensa mamá, su papá y su hermano. Lo de ahorrar lágrimas es porque antes de emprender el vuelo dejó dicho: “Cuando muera no estén tristes porque me fui feliz”.
¿Sobre diez, cómo estás de bien?, le preguntó un médico: “Nueve, porque no me rindo”. La enfermedad le enseñó a no estresarse y a apreciar las pequeñas cosas de la vida, como en la canción de Serrat.
Bachiller del colegio San Ignacio, estaba próximo a graduarse en Administración y Negocios de EAFIT. La primaria como emprendedor la hizo de niño con “El vivero viverón” que montó en su casa.
Las suyas fueron unas concurridas exequias virtuales a tono con estos tiempos de coronavirus. Familiares y amigos se conectaron para rendirle homenaje a su calidad y calidez humanas.
Santiago, niño de la Fundación Antorchas, a quien Pipe adoptó y con quien jugaba y estudiaba, le agradeció en un video: “Siempre estarás en mi corazón”.
Valentina Serna, de la agrupación cristiana Tercer Cielo, compañera de bachillerato, lo despidió con la canción “Yo te extrañaré”.
Rigoberto Urán, quien le enviaba mensajes de aliento a su colega ciclista, dijo presente: “Felipe nos estará cuidando desde el cielo”.
Se nos “piantó un lagrimón”, como diría su abuelo ansermeño el Pibe Jaime Osorio, cuando su musa, Amalia Villa, leyó su bello poema-obituario que sube las defensas en estas calendas coronavíricas:
“Aunque sonríes desde el cielo, duele respirar tu ausencia; sentirte lejos y a la vez tan cerca no es para nada fácil.
Desde un principio tomé la decisión más bella de mi vida y te escogí a ti para que viviéramos esto juntos; fuiste mi primer novio y la nuestra una historia que siempre recordaré con mucho amor.
Me lo dijiste en varias ocasiones: No entiendo cómo puedes estar con alguien como yo, enfermo y con poco qué ofrecerte. Te lo repito porque sé que me estás escuchando: Te amé sin medida, sin límite, sin duda, sin miedo, y esa es mi mayor recompensa.
El amor no son planes, regalos, salidas; está hecho de buenos momentos porque el amor sonríe, perdona, espera, cree, entiende, acepta y es fuerte.
Gracias por enseñarme que el amor verdadero existe y está en los pequeños detalles.
Ayer que te vi me volviste a recordar lo luchador y valiente que eres. Guardaré este último te amo como nuestro último adiós. ¡Deja que tu corazón vuele alto, lindo!”.