Israel no es un milagro, dice Ana Mercedes Gómez Martínez al confrontar sus apreciaciones de la evolución del país, en visitas que realizó en 1966 y este año pasado.

Y no es milagro porque el desarrollo del país nace de la planeación, el orden y la limpieza, según la crónica de la ex directora de El Colombiano.

El primero, de cuatro escritos, se llama Tel Aviv – Jaffa de 1966 a 2020

“Fui a Israel en 1966, un año antes de la Guerra de los seis días. Y volví invitada por AJC-Project Interchange. Estuve allí seis días. Acepté este viaje porque siempre había querido comparar el Israel que ví jovencita con el Israel de los últimos tiempos.

Aterrizamos en Tel Aviv en una noche despejada y desde la ventanilla del avión empecé a ver una ciudad grande, llena de edificios altos y modernos, de autopistas. Esa no era la ciudad que guardaba en mi memoria: pequeña, sin grandes avenidas, sin rascacielos, sino edificios blancos de tres o cuatro pisos y un solo hotel grande, que se destacaba: el Tel Aviv Hilton.

Monumento a Isaac Rabin, Primer Ministro y MinDefensa de Israel asesinado en este lugar el 4 de noviembre de 1995 por un estudiante de la extrema derecha radical israelí. En la placa conmemorativa dice: “La paz debe ser su legado”.

¿Está Israel comprometido con el cuidado del planeta?

Ya, a la luz del día, pasé a la zona de desayuno, con vista al mar, del hotel Carlton -donde nos habían alojado- escogí qué comer y me senté con los del grupo, alcé la vista y, frente a mí, a una cuadra por la playa, estaba el Hotel Hilton, el mismo en el que me había hospedado con mis padres en 1966.

De regreso al lobby del Carlton, vi que los dos hoteles estaban comunicados por un sendero peatonal y una vía para bicicletas y patinetas. Mucha gente en Tel Aviv se mueve en patinetas eléctricas. A pesar de ser una ciudad que da al Mar Mediterráneo, que tiene vientos que evitan la contaminación, hay una gran conciencia del cuidado del planeta. Esto está generalizado en Israel, no solo en la capital financiera, Tel Aviv.

Al salir a hacer el tour Tel Aviv-Jaffa me encontré con una zona conurbada, inmensa, bien planificada, con metro, deprimidos, grandes puentes, bellas playas, un puerto uno A, zona de veleros y yates.

Tel Aviv es una ciudad joven. Tiene 110 años de fundada (1009). Nace con la modernidad europea y, por lo tanto, tiene una tradición modernista. Unida a la antigua ciudad de Jaffa, tiene 400 mil habitantes. Pero la población móvil es numerosa porque la visitan, cada año, un promedio de 2 millones y medio de personas.

Como Japón y Europa, tiene trenes de alta velocidad que te llevan a Jerusalén en 15 minutos. En los años 60 del siglo pasado creo que solo había una estrecha carretera y, si mal no recuerdo, se tardaba más de una hora para ir a Jerusalén.

Tel Aviv-Jaffa es el centro cultural más grande de Israel y, me atrevería a decir, de todo el Oriente Medio. Hoy tiene varias líneas de metro. Otras, están en construcción. El metro es a nivel o subterráneo, depende de la zona. Esto es algo imposible en Jerusalén por razones arqueológicas. Jerusalén no tiene metro pero sí tiene tranvía.

Los rascacielos están en la zona financiera, sede de muchas empresas multinacionales e israelíes. Hay restaurantes panorámicos desde donde se ven Tel Aviv y Jaffa y se aprecia mejor el desarrollo armónico de una zona costera israelí que es no solo financiera sino tecnológica y turística, con un clima mediterráneo suave.

Vista panorámica de Tel Aviv, tomada desde Jaffa.

Al recorrer las calles de ambas ciudades se percibe una zona vibrante, una serenidad contagiosa. Orden, limpieza. En Israel no hay pobres, aunque es el menos rico de los países desarrollados. El PIB per cápita anual es de 41 mil dólares aproximadamente. (120 millones de pesos colombianos). Hay refugios antiaéreos en cada edificación y cada persona, (niño o adulto) sabe qué hacer en caso de que suenen las sirenas de alerta.

Al fondo un faro y en primer plano un restaurante en Jaffa.