El presidente Joe Biden y su gobierno se vanagloriaron de dar de baja al jefe de ISIS, Abu Ibrahim al-Ashimi al-Quraishi.
Pocas horas después Joe Biden cambió su discurso al reconocer que al lado del terrorista también murieron seis niños.
Historia de una venganza en la “Crónica de Gardeazábal” para www.rutanoticias.co:
“CHUCHUMECO, CRUEL Y CATÓLICO
Quienes fuimos educados en la infancia en una ética católica nos enseñaron a rechazar la crueldad en la misma forma en que los primeros cristianos condenaron y recordaron con horror los asesinatos y los martirios despiadados de los padres fundadores de la Iglesia a manos de los emperadores romanos y sus secuaces.
Lamentablemente la cruel y brutal inquisición que implantaron los reyes españoles en su patria y en sus colonias imperiales, llevaron a los mandatarios y sacerdotes católicos a ser quizás tanto o más sádicos que los que hicieron refugiar a Pedro y sus discípulos en las catacumbas romanas persiguiendo infieles.
Cuando eligieron a Biden en reemplazo de Trump no se hizo mucho énfasis en su carácter de católico practicante y el papa, quizás por razones políticas, no le dio tampoco eco a su militancia católica.
Pero para quienes lo sabíamos resultaba entonces esperanzador que los métodos crueles y totalitarios de Trump y de tantos otros presidentes gringos, podrían haber terminado.
Pero dije aquí que Biden era un viejito chuchumeco que posaba de despistado, y como podía estar lleno de los resabios de más de 30 años de ser congresista tampoco daba ni sensación de firmeza ni claridad. Pero lo que olvidé entonces era que el nuevo presidente norteamericano se sabía de memoria y recitaba la cartilla imperialista que los había llevado a Guatemala y Vietnam y a combatir a quien se convirtiera en su enemigo con saña y bestialidad en cualquier parte del mundo.
La semana pasada el chuchumeco presidente de Estados Unidos confirmó su conocimiento de esos métodos. Y, lo que es peor, olvidándose de su carácter de católico, se vanaglorió en rueda de prensa de haber dado de baja a quien dijeron era el nuevo jefe del sanguinario ejército musulmán de Isis, sin mencionar que, para atacarlo y darle muerte en una casa sin blindajes ni armamentos, las tropas gringas mataron a Abu Ibrahim Al Ashimi, a tres de sus hijos, a tres sobrinos y a las madres de esos niños.
Cuando ya tuvieron que mostrar la vivienda en videos y los vecinos sirios contaron quienes eran las mujeres y los niños muertos, la masacre en aras de la democracia y de la salvación del mundo de los muy crueles jinetes del terror islámico, se volvió un vil desquite al estilo de los despiadados Tiberio o Nerón.
Los gringos comenzaron entonces a hablar de que el jefe de ISIS se había inmolado en vez de entregarse y a darle importancia política a un perfecto desconocido.
Ese cuento no se lo creen ni las monjitas de Delaware a quien Biden les auxilia en su convento.
La venganza sigue saciándose con la sangre y la muerte de inocentes, no con las formas civilizadas de un mundo que aún con la fatídica pandemia aspira a creer que hay otros métodos distintos para derrotar a los enemigos.
El Porce, febrero 7 del 2022