En la Policía Nacional algo está pasando, dice Gardeazábal en sus “Crónicas del Enchuspado”, número 88:

“El poeta Luis Vidales decía que los ruidos de los cafés se escapan por las bocinas de los teléfonos.

Y eso tal vez es lo que puede estar sucediendo en la Policía Nacional, en la alcaldía de Cali y en el cenáculo de los mocosos que nos gobiernan desde Bogotá.

El hecho de que un policía común y corriente que es llevado a realizar la destrucción de una finquita, sembrada con unas matas de maíz y otras de verduras de sustento, se niegue a participar de la expedición punitiva y devuelva el arma de dotación al mayor que comandaba el operativo, debería haber hecho sonar los timbres debajo del asiento del acomodado Director Nacional de la Policía y del asustado y enredado ministro de Defensa.

Pero, sobre todo habría puesto en la picota pública la contradicción de un régimen que en plena pandemia actúa cruelísimamente como cualquier latifundista de extrema derecha al ordenar esa diligencia dizque para cumplir el mandato de un juez. Nada de eso ha pasado.

Ni oyeron los timbres ni entendieron el mensaje del policía. Están condenados. La rebelión civilizada que azota al mundo por estos días los va a coger con los calzones abajo.

El hecho de que un inminente candidato presidencial como Abelardito de la Espriella, catapultado estrafalariamente al conocimiento ciudadano nacional, haya publicado una diatriba contra las equivocaciones del alcalde de Cali y hubiese hecho sonar los timbres sobre la influencia nefasta que ejerce sobre el médico Ospina su hermano Mauricio a la hora de gobernar, era para que la batalla democrática se diera sin miedos en el tablero de la ciudadanía. No va a ser así.

¿Cuál es el martirio de los ancianos colombianos?

El pánico que genera el mentado Mauricio y su habilidad desconcertante para escabullir responsabilidades y consolidar su mando vuelve todo, como decía el poeta Luis Vidales, un ruido de café que se escapa por las bocinas de los teléfonos y no más, porque el bochinche le puede a la verdad.

Y han sonado timbres en la cabeza de millones de ancianos colombianos que ahogados soportando el martirio miserable al que los sometió el director del magazín televisivo de las 6 de la tarde no alcanzan a entender, pero si a repudiar, la ideota de montar la hipoteca inversa para arrebatarles la opción de poder dejar herencia y arrancarles su capitalito a la hora de la muerte, amparados en el vesiánico pretexto de proteger a los estigmatizados abuelitos.

Es decir, poco a poco, el gobierno de los mocosos les arrebata a los mayores de 70 no solo la posibilidad de seguir actuando en libertad, sino que sin escrúpulo alguno los chantajea con el anzuelo de recibir mensualmente una partida hasta que mueran, pero a cambio de la casa que con sus ahorros y sus afectos levantaron a lo largo de una vida para darse el lujo de dejarla a su viuda, sus hijos y acaso nietos buscando que al menos no olviden que existieron.

Parodiando al poeta Vidales:

“Mocositos: vagáis locos buscando una salida, pero no habéis podido encontrarla.

«Arrebatadnos todo, la libertad, los bienes, las conversaciones.

«Venid ahora por nuestras vidas mientras gritáis que estorbamos.

«Tal vez así la historia os creerá que no nos matasteis, sino que nos protegisteis”.