“QUE LEE GARDEAZABAL. Perfume de Cadmia, memorias del profesor Fabio Martínez, editó Pigmalión
Quien oiga dictar una cátedra al profesor caleño Fabio Martínez no se imagina que detrás de esa cordialidad generosa conque envuelve sus palabras en tono disminuido, hay un acumulado de vivencias, desde sobrecogedoras hasta insignificantes.
Sobre todas ellas y añorando el olor de los árboles de cadmia que perfumaban las calles del Cali de su infancia, el profesor Martínez ha escrito su autobiografía, que aunque modestamente llame Memorias son un repaso del trasegar que él ha tenido.
Por eso lo ve uno criándose en una casa con 7 tias bailarinas y sin hermanos. O actuando como músico ambulante en el Metro de Paris cuando se fue de limosna a Europa a obtener finalmente uno de los tantos grados académicos que ostenta.
Pero como todo ese recorrido es el de un profesor común y corriente, así haya publicado casi una docena de libros y dictado conferencias en muchos páises, la prosa conque tan suavemente va uniendo los distintos cuadros de su vida. arma un collage más en blanco y negro que en el color que deben haber tenido esos momentos.
Por eso se lee con tanta facilidad aunque puede llevar a extremos injustos en su calificación puesto que no hay una sola página en donde el aplaudido profesor de Univalle o el columnista de El Tiempo use la envidia o la venganza al repasar lo vivido.
No importa que en otras se cree Ulises y hasta caiga en el recato de pasar superficialmente y sin detallarlas, sus vivencias con las varias mujeres que le ayudaron a hacer su camino, a veces tortuoso.
En cambio, recuerda siempre con cariño a los gatos que han dormido a su lado y no se vuelve héroe por haber militado en el troskismo o haber aguantado el frio canandiense mientras obtenía el doctorado.
Leerlo entonces es encontrarse con el generoso maestro y amigo que resbala en las trampas de la lujuriosa vida del mundillo literario pero no toma rencores ni mucho menos desquites.
Un libro que refleja a su autor y a su tiempo pero construye con su vida no una catedral gótica , sino una iglesita tan cariñosa como la de la colina de San Antonio, a donde llevan todas las calles de ese primigenio barrio caleño en que lo criaron las Martínez mientras le enseñaban a bailar, a ser músico y sobre todo a resistir.
Gustavo Álvarez Gardeazábal. El Porce, enero 18 del 2025”.
Escuche el audio de @ElJodario, sobre Perfume de Cadmia, memorias del profesor Fabio Martínez: