¿Hay trastornos alimentarios en Medellín? El Politécnico Grancolombiano practicó un estudio con 130 pacientes, de los cuales el 94% eran mujeres con una edad promedio de 17 años. El 52% eran estudiantes de bachillerato y el 40% universitarias.

En Colombia, hablar de trastornos alimentarios aún es un reto. Una reciente investigación liderada por la docente Tatiana Castañeda Quirama, del Politécnico Grancolombiano, en convenio con la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria de la Clínica de Inmunología y Genética (CIGE) de Medellín, se adentra donde pocos lo han hecho: en el seguimiento clínico de más de un centenar de pacientes con trastornos de la conducta alimentaria, revelando cifras que preocupan.

Los trastornos de la conducta alimentaria, como la anorexia, la bulimia y el trastorno por atracones, son considerados enfermedades mentales graves, complejas y de larga duración. Ocupan el tercer lugar entre los diagnósticos más frecuentes en adolescentes y jóvenes a nivel mundial, pero en Colombia, las estadísticas son fragmentadas y escasas.

Esta nueva investigación viene a llenar ese vacío con una mirada profunda sobre quienes viven la enfermedad desde dentro del sistema de salud.

¿A quiénes afectan los trastornos alimentarios en Medellín?

El perfil clínico retrata una juventud que no solo lucha contra su imagen corporal, sino también con cuadros severos de salud mental. El 35% reportó ideación suicida y el 34% había intentado suicidarse. Un 22% dijo haber sido víctima de abuso sexual.

Sólo el 40% de pacientes recibió atención psicológica o psiquiátrica previa al ingreso al tratamiento ambulatorio y el 85% carecía de habilidades adecuadas de regulación emocional.

Los trastornos de la conducta alimentaria más frecuentes fueron la anorexia nerviosa, presente en casi 6 de cada 10 pacientes, seguida por la bulimia nerviosa con un 28%, y los trastornos no especificados con cerca del 30%. Estas cifras reflejan el crecimiento exponencial en problemas de salud mental al que hoy se ve enfrentado el sistema de salud, sin embargo, contar con programas especializados pueden hacer la diferencia.

¿Qué detona el trastorno de la conducta alimentaria?

El 48% de las pacientes señaló la insatisfacción corporal como el principal motivo de inicio de los trastornos de conducta alimentaria, seguido por ideales de delgadez impuestos por la familia y la sociedad. El 36% mencionó el temor al rechazo como un factor de predisposición, y más del 60% reportó patrones restrictivos diarios en su alimentación.

Además, el 57% había hecho dietas extremas o reportó ingerir pastillas para perder peso, mientras el 43% utilizaba el ejercicio o las purgas como método compensatorio. Estos comportamientos no solo reflejan una presión estética brutal, sino también la falta de educación emocional y alimentaria que sigue siendo una deuda con las nuevas generaciones.

¿Cómo combatir los trastornos alimentarios en Medellín?

Uno de los hallazgos más relevantes de la investigación es la efectividad del modelo ambulatorio intensivo e interdisciplinario para el tratamiento de los trastornos de la conducta alimentaria, ofrecido por la unidad de TCA en Medellín. Este enfoque, que combina atención psicológica, nutricional, médica y psiquiátrica, logró una tasa de remisión completa del 44.3% de los casos, en solo 18 meses, una cifra que se encuentra en el rango superior de lo reportado a nivel internacional (tasas del 41% a los 30 meses de seguimiento).

Más allá de los números, estos resultados representan historias reales de recuperación, donde muchas personas lograron dejar atrás el sufrimiento asociado a la obsesión con la comida y la imagen corporal.

Este modelo no solo mostró eficacia en la recuperación, sino también en la prevención de complicaciones graves: solo el 5% de los pacientes requirió hospitalización, frente a un promedio internacional del 26%, y las recaídas fueron mínimas, con apenas un 2.3% de reingresos tras el alta. Estos datos sugieren que un enfoque ambulatorio estructurado, con seguimiento continuo y atención integral, puede ser una alternativa viable y costo – efectiva para los sistemas de salud, especialmente en contextos de recursos limitados.

El enfoque ambulatorio además se perfila como una alternativa costo-efectiva dentro de un sistema de salud con recursos limitados, pues evita hospitalizaciones prolongadas y reduce la probabilidad de que el trastorno de conducta alimentaria se convierta en una enfermedad crónica y de alto costo para el Estado.

¿Hay políticas públicas contra el trastorno alimentario?

Más allá de las cifras: un llamado a políticas públicas urgentes

Los hallazgos del estudio no se quedan en el plano clínico, apuntan también a una necesidad urgente de fortalecer las políticas públicas en salud mental. Aunque existen lineamientos y acuerdos como el 221 de 2006 para prevenir la anorexia y la bulimia, la oferta institucional sigue siendo limitada, y no hay indicadores claros que midan la eficacia de las intervenciones actuales.

La investigación, entonces, no solo describe una realidad desgarradora, sino que propone una hoja de ruta posible para enfrentarla: intervención temprana, enfoque interdisciplinario, atención ambulatoria estructurada y seguimiento constante. Todo, con evidencia que respalda su eficacia. Según Tatiana Castañeda, estos resultados muestran que “la recuperación es posible siempre que se sigan protocolos estandarizados de tratamiento, lo cual es esperanzador para aquellas personas que lidian con estas enfermedades”.

La lucha contra los trastornos de la conducta alimentaria debe comenzar mucho antes de que se requiera tratamiento. La prevención no se hace con restricciones alimentarias, ni con una promoción poco responsable de “dietas”, sino con educación emocional, aceptación corporal y entornos seguros.