Tumbemos las cruces y las estatuas según el nuevo pensamiento del mundo, dice Gardeazábal.
Cruces y estatuas son congoja, agrega.
“Por estos días, cuando el mundo presencia el crecimiento inusitado de la destrucción de las estatuas de quienes significaron honor y gloria en el pasado, construyendo futuro para sus países mientras aplastaban miserablemente vidas y libertades y arrasaban civilizaciones y pueblos enteros, me atrevo a creer que lo importante no es destruirlas o bajarlas de su pedestal sino cambiarlas por otros que representen el nuevo pensamiento del mundo.
En Nueva York tumban la estatua de Colón y bien pueden reemplazarla por una de Pocahontas.
Si es en México donde tumban una de Hernán Cortes, pues hay que reemplazarla por una estatua de Moctezuma.
Si es en Cali donde tumben la de Sebastián de Belalcázar, obvio que habría que reemplazarla por el imaginario cacique Petecuy.
Lo importante, es entonces, que se construya una historia menos benevolente con los esclavistas, asesinos y explotadores.
Y se haga una nueva honrando a las víctimas y a los arrasados o explotados.
De la misma manera me he preguntado si no llega el momento de tumbar la cruz sobre la que se construye la civilización cristiana y cambiarla por la imagen de la Última Cena.
Fue un error de los padres de la Iglesia y sobre todo de los creadores del cristianismo con sus pecados y embelecos, infiernos y purgatorios, evolucionados desde el concilio de Nicea, pegarse de la cruz en donde dan muerte cruel a Jesús como símbolo de la nueva religión que surgía y no del pez y el vino que sirvieron en la última cena de Cristo.
La crucifixión permitió levantar las creencias religiosas del mundo occidental sobre la tortura, la sangre, los latigazos, la corona de espinas y la muerte.
¿Las cruces y las estatuas son muerte y congoja?
Y se sobrepuso con la espada y los sufrimientos al mensaje del diálogo, la conversación, la comida y el vino, que se da en la última cena de su fundador con sus amigos y discípulos.
Si la civilización occidental en vez de construir sobre el dolor, la culpa y el sacrificio levanta su nueva manera de ordenar el mundo alrededor de la alegría y la satisfacción del buen pescado y el buen yantar, la buena charla y el gozo, otro habría sido el rumbo que hubiésemos escogido.
Tal vez el genio más grande de la humanidad, Leonardo Da Vinci, lo haya comprendido pintando ese fresco universal de la última cena donde no hay un solo rostro adusto ni un gesto desagradable.
En cambio la imagen de la cruz que nos han traído hasta nuestros días en las andas católicas del cristo sangrante y moribundo en el Gólgota y en las escuetas formas protestantes desde Lutero, solo significa muerte y congoja por donde se la mire o interprete.
Es por la cruz dizque símbolo de redención que nos han traído hasta el mundo de hoy y de siempre, cruel y despiadado, fundamentado en la sed de sangre, en la muerte del prójimo y en la venganza del infierno como herramienta final para cobrar las contravenciones.
Tal vez sea la hora de rectificar los preceptos morales fundamentados en la culpa y el pecado.
En el castigo y la compensación.
Y construir un nuevo código moral, un nuevo contrato social eslabonado en el diálogo y el respeto entre los seres humanos.
Que aprovechando esta peste que nos pone al borde de un nuevo orden mundial desterremos el símbolo equivocado de una humanidad martirizada que requiere la alegría y la comprensión, no del dolor y el sacrificio cruentos como herramientas de desarrollo.