Cóndores no Entierran Todos los Días es la novela ícono de la literatura colombiana sobre la violencia política.
Esa misma novela, y Gardeazábal, reciben hoy un homenaje de la Ciudad Universitaria de Torobajo, en Pasto, el cual debería trasladarse a todo el país:
“Cuando hace 50 años me senté en mi helado cubículo de la entonces recién construida Ciudad Universitaria de Torobajo en Pasto a escribir mi novela “Cóndores no entierran todos los días” nunca creí ni pretendí que esos cóndores fuesen a volar tan alto.
No me demoré mucho escribiéndola, apenas 6 o 7 meses
Y cuando la tuve lista la mandé por el correo aéreo de Avianca a participar en el Premio Manacor de novela corta
Cuyo jurado lo presidía el premio nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias, quien gozaba de gran prestigio y respeto en España.
La feché, como lo pueden testificar los miles, tal vez millones de lectores que ha tenido este libro, en Torobajo, 1971.
Esta tarde allí, en Torobajo , en el vigoroso edificio que reemplazó el que albergaba mi frio cubículo de 1970,
El rector de la Universidad de Nariño, Carlos Solarte Portilla, descubrirá una placa para
«Recordar a las generaciones futuras” que siendo yo profesor de esa Universidad escribí los Cóndores que por medio siglo han volado tan alto que la generosidad de los lectores y de la crítica le abrieron nicho para seguirla leyendo, editando, analizando y usando como herramienta histórica para entender tanto en Colombia como en universidades extranjeras el triste episodio de La Violencia que nos azotó desde 1948 hasta 1958.
¿Qué Universidad hizo maestro a Gardeazábal?
No voy a tener falsa modestia.
El acto me emociona
Y el no poder ir hasta allá por mi prontuario médico y las prevenciones pandémicas, me sensibiliza más ese espíritu infantil que no me ha abandonado desde cuando me asomé por una ventanita de la casa donde vivía mi infancia a ver el cruento espectáculo de la guerra atroz entre “los pájaros” de El Cóndor y una sociedad tulueña aterrada, incapaz de entender hasta donde los había llevado la estúpida polarización odiosa que los colombianos vivimos sembrando permanentemente y que por aquellos días resultó tan costosa,
Como nos puede resultar ahora que la están reviviendo de nuevo por seguir los caprichos vengativos de quienes no saben perder o de quienes aspiran a quedarse con todo.
Desde el zoom por donde tomaré parte en el vibrante acto, responderé a ese magno gesto pastuso con una breve oración intitulada “La gratitud y la memoria: me hice maestro en la Universidad de Nariño”.
Gustavo Álvarez Gardeazábal