La misa más alegre y de más “amigos” en Medellín lleva celebrándose 1.664 semanas, o 32 años, y es la del domingo en la Unidad Deportiva Atanasio Girardot, a cargo del Padre Nevardo Cataño.

Durante esas 1.664 semanas han pasado por allí todos los dirigentes políticos de Antioquia, decenas de líderes deportivos del departamento, cientos de seminaristas, miles de deportistas, muchos campeones mundiales o nacionales y dos o tres enemigos del padre Nevardo Cataño, o de la Iglesia Católica.

La historia se inició hace 32 años, cuando a “Nevardo” le pidieron, algunos deportistas, que les diera la bendición antes de competir en los torneos de las diferentes ligas que tienen sede en la Unidad Deportiva Atanasio Girardot.

“Nevardo”, uno de esos curas que lo son por convicción personal y por apostolado, buscó quien lo acompañara y encontró en el seminarista Diego Alonso Marulanda Díaz a un buen “guitarrista”. Se lo llevó y juntos hicieron la Misa del Deporte muchos años, hasta que Marulanda se “ordenó” como sacerdote, carrera que lo llevaría a ser hoy rector de la Universidad Pontificia Bolivariana.

¿Cómo nació la Misa del Deporte?

Y así nació una ceremonia litúrgica que durante unas dos horas (su duración depende del sol, del agua y principalmente del ánimo de los asistentes) combina loas a Dios, mucha música y demasiada buena energía, porque como decía alguien este domingo durante la celebración de los 32 años “salir de la misa del deporte es quedar recargado para toda la semana”.

Poco a poco, a los deportistas y parroquianos que llegaban los domingos se fueron uniendo y más asistentes, tantos que se necesitó pasar de una tarima metálica a una carpa y luego llegar a la concha acústica en la que hoy se celebra.

Por eso, la “Misa del Deporte” es tan reconocida hoy que la propia Curia la tiene como uno de sus “hijos protegidos, pero llegar hasta allí no ha sido fácil.

Al principio el sonido y la tarima los ponían “Nevardo” y sus ayudantes, hasta que fueron recibiendo ayuda de las marcas que apoyaban a los deportistas, de los clubes profesionales, de algunas Ligas y de los dirigentes políticos, de los que ganaban para agradecer y de los que perdían esperando que la Virgen les ayudara después…

Pero nada los detenía y la misa del deporte seguía creciendo, en fama y en asistencia, tanto que “alertaba” a los incrédulos.

Por eso, dos o tres “ciudadanos” se quejaron y demandaron porque este escenario era para los deportistas y no para oír misa y esos críticos se envalentonaron cuando Alicia Vargas, quien había sido deportista profesional, señaló que esta era “una misa de borrachos”, aunque ella, como directora del Inder de Medellín muy bien sabía que en los escenarios deportivos cercanos no se podía vender cerveza y menos en las mañanas de los domingos.

¿Y la ofrenda dominical Padre Nevardo?

Afortunadamente, a las críticas siempre se les ha respondido con argumentos jurídicos y cada que se “alborotan” los opositores” llegan más y más asistentes dominicales.

Así como llegan más y más asistentes, también llegan más y más campeones.

El padre Nevardo Cataño y sus asistentes recuerdan que por allí han pasado campeones mundiales y nacionales y otros que, con la medalla al pecho, han dado gracias a Dios, pero también han pedido ayuda.

Hace algunos años, Urabá se consagró campeón del pony fútbol y, aunque podían regresarse desde el sábado, los campeones infantiles, las directivas y los técnicos se quedaron hasta el domingo para asistir a la misa. El problema fue que quedarse una noche más los dejó sin la plata completa para comprar los pasajes de regreso, y para comer.

“Cuando subimos los niños a la tarima nos contaron la historia y entonces decidimos que la “ofrenda dominical” la íbamos a dedicar a pagarles los pasajes… Fue la ofrenda donde más hemos recogido en los 32 años… Fue como millón y pico…”, dice el padre Nevardo Cataño. “todo se lo entregamos inmediatamente a los deportistas”.

La historia se regó por Urabá, y ciudades de Colombia, y hasta del extranjero, cuyos deportistas son asiduos de la Misa del Deporte, cuando están en Medellín.

 “Creo que lo más importante hoy es que la gente sabe que este espacio es de Dios. Que nos apropiamos de él, pero para Dios”, dice “Nevardo”.