El polvo del Sahara recorrió 5 mil kilómetros desde África hasta el Valle de Aburrá y este miércoles cubrió el cielo del Área Metropolitana.

Con él, también llegaron las recomendaciones para usar mascarilla (aunque ya se usan por el coronavirus) y evitar la exposición continua al medio ambiente.

Como el polvo del Sahara afecta la calidad del aire, con él llegan afectaciones a la piel, la garganta y los pulmones, principalmente en personas con problemas respiratorios o alergias.

Además, las partículas del polvo del Sahara pueden generar síntomas como tos seca, dolor de garganta, picazón, ojos llorosos, estornudos y secreción nasal.

“Las partículas más pequeñas pueden penetrar hacia la parte inferior del tracto respiratorio e ingresar al torrente sanguíneo, desde donde pueden afectar todos los órganos internos y causar trastornos cardiovasculares”, señala la Organización Mundial de la Salud.

Según las imágenes satelitales, la capa de polvo que proviene de África es la más grande de las últimas décadas y de concentrarse en un solo lugar podría cubrir todo el territorio de los Estados Unidos.

Aunque en el Valle de Aburrá generalmente se asocia su presencia con problemas médicos, la gran nube tiene efectos positivos sobre el planeta.

En primer lugar, el calor de la capa de partículas actúa para estabilizar la atmósfera.

En segundo, absorbe la luz solar, lo que regula la temperatura.

También, los minerales contenidos en el polvo reponen los nutrientes en los suelos de las zonas que recorre.

Y finalmente, algunos de los químicos que contiene contribuyen a la vida en los océanos.