El Santo, El Militante, El Artista es el nuevo libro de Carlos Jiménez.

Es “un libro para meditar en voz alta”, dice Gardeazábal en www.rutanoticias.co:

“Qué está leyendo Gardeazábal,

Es el difícil arte de imitar lo que Carlos Jiménez hace aquí. Carlos ha sido siempre un militante de la realidad que ve a través de sus espejuelos. No exagera para ponderarla ni se calla para evitar juicios molestos al lector.

Fundamentado en una capacidad para meditar en voz alta, para pensar en voz alta, ha sido a lo largo de los años un crítico justo pero muy perspicaz del arte en todas sus formas, en especial de la plástica, pero ello no le ha impedido adentrarse con sabiduría y un tanto de sarcasmo en la descripción y análisis de los momentos que han construido la historia y la literatura.

Tal vez por ello se ha decidido a publicar el libro que acaba de presentar en la Feria del Libro de Cali, que reúne cuatro ensayos fundamentales, que se atreve de entrada a llamar “teológicos”.

Fueron escritos a lo largo de varios años y todos tienen una disculpa para construirse.

¿Qúe dice El Santo, El Militante, El Artista?

El primero de ellos sobre el artista español Dario Corbeira que lleva no tanto a escanearlo casi que dramáticamente como   a construir una teoría sobre el cristianismo y el comunismo, sus identidades y sus dos grandes gestores para él: Santa Teresa de Ávila y Joseph Stalin, usados para un retrato del artista y para otro aguafuerte, con más derecho, con más preciosura por parte de Jiménez.

El tercero, es tan atronador por su información, por su juicio presuroso y quizás por la habilidad descriptiva sobre la santería cubana, sus babaloos y sus creyentes, que opaca el segundo y el cuarto que despistan sobre la realidad alemana de la postguerra y la fuerza inaudita de Malcom X, pero esquivando, en uno y en otro, la decisión política que uno espera de un pensador como Jiménez.

Sobre Stalin y sus crueldades, sobre su sentido de la vida y de la justicia medita con tanta fuerza que cuando obliga a la comparación con Santa Teresa de Ávila, termina elevando a esta santa burguesa a los pedestales que el catolicismo y la historia le han negado al ruso y a ella también en los últimos decenios.

Del uno y del otro, pero igualmente de Beuys, el profeta errante germánico y de Bedia el cubano santero, huye de aplaudirlos para poder esgrimir la vocería de quien medita sobre los que fueron y no pudieron o resultaron siendo más capaces de lo que el vulgo no ha dejado de creer.

Un libro para aprender a meditar en voz alta.

GUSTAVO ALVAREZ GARDEAZÁBAL

El Porce, octubre 23 del 2021