Gardeazábal vive un año matizado con una pandemia, pero de honores.

Homenajes en el Valle, en Pasto y próximamente en las ferias del Libro de Cali y Medellín muestran que en Gardeazábal vive un provocador que logró su puesto en las letras de Colombia.

Y que Gardeazábal vive y goza los honores que hoy lo tienen abrumado.

Crónicas del Enchuspado y homenajeado Gustavo Álvarez Gardeazábal para www.rutanoticias.co:

“Cuando hace 55 años barrunté mis primeras páginas publicadas en Editorial Gamma de Medellín, sabía muy bien cuanto riesgo corría. 

He sido desde entonces un provocador. Aquella vez cometí la irreverencia de llamar en un libro como el “cacique Banda Roja” a Monseñor Félix Henao Botero, rector magnífico de la UPB y la pagué caro. De allí en adelante he ido aprendiendo a escribir, a portarme en sociedad, a esquivar los golpes y a usar una caparazón de tortuga mitológica para que no me duelan tanto. 

Pero cuánto daño me han causado mis letras. Qué tantos callos han pisado mis novelas. Innumerables dolores de cabeza han generado mis columnas periodísticas. He acertado algunas veces, de allí mis éxitos literarios y mis demostraciones de gurú. Me he equivocado otras tantas. 

Ya no tengo pelo de los golpes que he recibido, pero no he perdido el equilibrio pese a las zamarreadas que me he pegado en las curvas de la vida. Entiendo entonces que como no fui a lavar platos a París, ni fui marxista cuando había que serlo para recibir el aplauso de la crítica y enfrenté a la derecha oligarca para que se me hiciera el vacío en la prensa bogotana que no consagraba escritores parroquiales, mi senda hasta hoy ha sido hecha a pulso, desde la provincia. 

¿Cuál es el gozo de Gustavo Álvarez Gardeazábal?

Sin salir de ella logré que me publicaran en París y en Madrid, en Barcelona y en Chicago, en Buenos Aires y en Pekín.

Sin tener nunca un agente editorial logré traducciones al chino y al alemán, al italiano y al inglés y a cinco idiomas más. No he sido acunado por las grandes editoriales, pero mis libros se han leído mucho y con comprobado gusto por no sé cuántos ojos que han posado sobre mis letras. Muchos de ellos ya murieron. No he dejado empero de escribir ni de batallar para abrirme un nicho en la mira de nuevos lectores y nuevas metodologías de lectura. 

Por estos días lo estoy haciendo con el mismo gozo que siempre me proporciona publicar un libro y ver las reacciones de mis lectores, cuando las reseñas generosas envuelven en pendones de gloria mi último esfuerzo “Los sordos ya no hablan”. 

Pero todo lo que hicieron esta semana en mi honor, con el pretexto de que este año cumplo 75.

Las brillantes disertaciones y conferencias sobre mi vida y mi obra.

Los diálogos mantenidos con mis estudiosos y traductores.

La noticia del rector de la Universidad de Nariño de que han acordado descubrir el 5 de noviembre una placa para recordar que fue allá donde escribí “Cóndores”.

Los eventos que comienzan el viernes con Oiga, Mire y Lea y siguen en octubre con la Feria de Libro de Cali

y la Fiesta del Libro de Medellín, donde se volverá a encender el aroma a incienso por lo que he hecho en la literatura nacional,

me hacen decir como el poeta:

“por fin puedo creer en lo que soñé desde mi ventana. Por fin puedo, abrumado, entender que gozar no era reír, sino sentirse satisfecho”