En un país donde todo parece girar cada vez más rápido, la moda se detiene un momento para mirar hacia atrás, para escuchar, para tejer. El próximo viernes 11 de julio La moda ancestral se toma Medellín y más que un desfile, se vivirá una declaración profunda sobre la necesidad de volver a lo esencial, a los saberes, a las manos, a los rostros que nos anteceden. La pasarela «La Moda Vive en Laureles», organizada por el Politécnico Grancolombiano y la agencia ShowModels S.A.S., no solo mostrará colecciones, mostrará raíces.

La jornada inicia a las 3:30 p.m. en la sede del Politécnico Grancolombiano en el Barrio Los Colores (Carrera 74 # 52 – 20) y será mucho más que un desfile, será una exposición de moda con sentido, una muestra de diseño joven cargado de historia, abierto por el conversatorio «Arte, tradición y transformación», en el que participarán la reconocida diseñadora Faride Ramos y las docentes Ángela Ramos y Catalina Arguello, moderado por Enrique Taboada.

Pero lo que realmente hace de esta pasarela algo diferente es su enfoque, cada prenda es una declaración de amor a las técnicas tradicionales y a las manos que las preservan. Aquí hay bordados con los rostros de los abuelos, tejidos que evocan el clima cálido del Caribe, estampaciones botánicas hechas con pigmentos naturales y chaquetas creadas en alianza con mujeres víctimas de violencia. Lo que se pondrá verdaderamente en escena es una reflexión: ¿por qué hemos olvidado lo ancestral? ¿qué nos dice la moda sobre lo que fuimos y lo que podemos volver a ser?

¿Cómo la Moda Ancestral se toma a Medellín?

“La ancestralidad es rescatar los saberes de nuestros ancestros, llevarlos al alto nivel desde el diseño y devolverles su lugar en la moda actual”, afirma Luis Enrique Taboada, coordinador del programa de Diseño de Modas del Politécnico Grancolombiano. En esta ocasión, bajo su liderazgo, estudiantes de Diseño I, II, III y Accesorios presentarán 24 colecciones en las que el tejido manual, la estampación botánica, el bordado y el arte textil se convierten en vehículos de memoria y tributo.

Habrá vestidos que bordan los rostros de los abuelos, trajes con las firmas de los ancestros, piezas que nacen del homenaje. Cada puntada narra un origen. “Queremos que cada prenda hable de lo que somos como país”, añade Taboada. Y lo logran: la pasarela es tan simbólica como emotiva.

Lo artesanal se cruza con lo contemporáneo, hay chaquiras del sur, cortes urbanos, algodón teñido con achiote, cuero sintético trabajado con técnicas ancestrales. Y, más allá de los materiales, hay historias. Como la de las chaquetas Zeré, elaboradas en alianza con mujeres víctimas del conflicto armado, que cerrarán el desfile como símbolo de resiliencia y arte colectivo.

¿Qué pasa cuando se pierde el saber?

La moda no está aislada de las tensiones del mundo. Hoy, los oficios heredados enfrentan retos reales: la velocidad de consumo, los bajos márgenes de ganancia, la falta de acceso a mercados y el olvido. “El desafío es la inmediatez”, señala Taboada. “Todo el mundo lo quiere ya. Pero el tiempo del diseño artesanal es lento, y eso es parte de su valor”.

En regiones como Boyacá, Nariño o el Cauca, cientos de familias viven del tejido y del saber ancestral. Sin embargo, siguen al margen de un sistema que prioriza lo industrial. Este desfile, entonces, también es una forma de decir que hay otra manera de hacer moda, una que respeta el proceso, honra el origen y entiende el arte como herencia. Más que una pasarela, el evento es un ritual colectivo. Allí confluyen generaciones, comunidades y sensibilidades.

Y la experiencia no termina ahí. El 12 de julio continúa en la Comuna 13 con una pasarela urbana cargada de arte y color, donde diseñadores emergentes y marcas reconocidas conectarán moda e inclusión. El 13 de julio se realizará el cierre Expoartesano 2025 (Plaza Mayor), con una muestra conjunta con Artesanías de Colombia, que reunirá técnicas ancestrales de todo el país.

En tiempos donde todo parece pasar demasiado rápido, este evento propone otra velocidad. Una que se detiene, que observa, que hila. Una que no busca solo vestirse, sino vestir la memoria.