Nadie tan cercano al dolor que generó la violencia que vivió Colombia en los años 80 y 90, y que aun esté vivo, como Juan Pablo Escobar.
Su escrito se masificó tras el atentado contra el Senador y Precandidato Presidencial Miguel Uribe Turbay, el sábado 7 de junio, y hoy es tendencia nuevamente, al sepultar al dirigente político.
Además, Juan Pablo Escobar, hijo de Pablo Escobar, pidió no repetir el camino de la violencia que nos quieren imponer quienes dirigen el terror en Colombia “…Que desperdicio de vidas, de tiempos, de talentos… el de aquellos que hacen uso del terror, de las armas y de la violencia para imponer sus débiles ideas..”, dice en su mensaje público.
También, Juan Pablo Escobar resaltó que no se puede revivir la violencia que su padre, Pablo Escobar, generó “durante esas épocas que nadie quiere revivir, y que hoy estamos peligrosamente cerca de repetir….”
Por eso, pide “revisar cuales son las políticas y los políticos que están garantizando la violencia sistemática en Colombia..”.
Este es el escrito de Juan Pablo Escobar sobre la violencia que, finalmente este lunes 11 de agosto, mató a Miguel Uribe Turbay, tras dos meses de luchar por su vida en una Unidad de Cuidado Intensivo:
“¿En qué momentos fue que los Colombianos olvidamos nuestra propia Historia?
Soy pacifista y apolítico, a veces demasiado amigo del silencio, de la prudencia… pero hay momento en los que es menester pronunciarse, porque no se puede permanecer indiferente ante quienes – desde sus acciones, y otros desde su inacción – conducen a mi querida Colombia de regreso a una violencia que ya vivimos y sufrimos en los años 80 y 90, y de la que, tristemente, mi padre, Pablo Escobar, fue un terrorífico protagonista.
El reciente atentado que sufrió el senador y candidato a la presidencia de la república de Colombia, Miguel Uribe, nos recordó de inmediato el caos que mi padre logró generar en el país durante esas épocas que nadie quiere revivir, y que hoy estamos peligrosamente cerca de repetir.
Mi padre fue responsable del asesinato de importantes figuras del Estado, del periodismo y de la justicia, así como de cientos de policías. También estuvo detrás del atentado a un avión comercial que costó la vida de más de cien personas y de explosiones indiscriminadas con carro bombas, que causaron la muerte de innumerables civiles inocentes.
La lista de crímenes de mi padre es pavorosa y extensa, No quisiera dejar de mencionar a todas sus víctimas, aunque resulta imposible enumerar tantas almas. No se puede olvidar que secuestró cientos de personas, entre ellas a la mamá de Miguel, Diana Turbay, reconocida periodista, quien murió asesinada el día que se intentó su rescate por la fuerza pública. Hubo más periódistas asesinados.
¿Qué nos está pasando que no hemos aprendido nada como sociedad?
¿Por qué nos arriesgamos a volver á esa época horrible?
¿Quién en su sano juicio cree que la violencia es es el camino?
¿No se da cuenta de que no lo conducirá al triunfo?
Mi padre no tuvo éxito en sus propósitos criminales pues ni él – que fue considerado el “Da Vincí” del crimen- pudo derrotar a las instituciones democráticas del país.
Que desperdicio de vidas, de tiempos, de talentos… el de aquellos que hacen uso del terror, de las armas y de la violencia para imponer sus débiles ideas.
Cualquiera que necesite usar la fuerza para defender sus ideas debería revisarlas… y revisarse a sí mismo: a su deber patriótico de hacer la paz, de mantenerla y de practicarla.
¡Hay millones de colombianos de bien! ¡Los buenos somos una abrumadora mayoría! Deberíamos todos declarar y manifestar, publica y privadamente, nuestro definitivo rechazo a la violencia, en todas las formas. Ya tuvimos suficientes experiencias traumáticas como para seguir en ese círculo infinito de la violencia política en Colombia.
Debemos declararnos un pueblo pacifista, donde no haya lugar para la violencia, donde este deje de ser un privilegio o una alternativa de vida que promete indultos y olvida crímenes.
Colombia y sus instituciones superaron el terror creado por mi padre, y después han logrado vencer a muchos otros enemigos de la patria. Pero ¿qué nos pasa ahora? ¿Qué pasa hoy en Colombia que esos tiempos amenazan con volver?
Pido por la salud y la recuperación de Miguel y porque se haga justicia, no venganza. Pido por un país donde debatir ideas – aunque sean opuestas – no implique arriesgar la vida sino únicamente su intelecto. Pido por una Colombia más segura, como lo fue en otras épocas y como perfectamente podría ser hoy.
Estamos enfrentando una crisis global de valores humanos. Los grandes líderes mundiales hoy son garantes de las guerras, cuando su función – por ley, es la opuesta: garantizar la paz.
Perro, en vez de ello, son garantes de los abusos de autoridad, o, peor aún, de la ausencia total de ella. La falta de modales, de moral y de educación hoy parecen ser cualidades de un “buen” líder.
Yo no esperé a que el Estado, o alguien ajeno a mí, me garantizara la paz. Yo empecé a hacerla, a buscarla, a concretarla, a no evadirla. Es mi deber, como lo es el de todos los colombianos: comprometernos a mantener la paz.
Hoy debemos revisar cuales son las políticas y los políticos que están garantizando la violencia sistemática en Colombia. Pero, más importante aún, debemos revisar nuestra alma, nuestro corazón, porque no debería haber en él más lugar para destruir nuestro futuro como nación.
Colombia es, y debe ser, mucho más que violencia.
Colombia es belleza, es naturaleza. Es hora de que valoremos más todas las cosas maravillosas de nuestra gente, de nuestros paisajes, colores y costumbres.
Debemos elegir, como país, un camino que nos conduzca a la paz, y no el que nos está llevando a la autodestrucción”.