Una nueva constituyente en Colombia piden algunos sectores políticos ante la inconformidad popular que parece existe en el país.
Esas marchas y paros, si nacen de un real malestar social, llevan a quienes legislaron en la Constitución de 1991 a pedir una nueva constituyente en Colombia, pero “hay gato encerrado” en la propuesta?, pregunta la “Crónica de Gardeazábal”, para www.rutanoticias.co
“EL CONTRATO SOCIAL TIENE GATO ENCERRADO
Está de moda hablar por estos días indicando que la solución de los problemas del mundo, y en especial de Colombia, estaría en la redacción de un nuevo contrato social.
A quienes nos enseñaron filosofía e historia hace 70 años, la noción del asunto no estaba tan lejos de una formulación de principios, derechos y deberes a seguir entre los que tienen y los que no tienen, entre los ricos y los pobres, entre la clase obrera y los capitalistas.
El vértigo del desarrollo económico después de finalizada la segunda guerra mundial, ralentizó esos conceptos y hoy en día, en términos concretos, cada país establece su contrato y ese no es nada más que la Constitución que los rige.
Pero como el mundo se ha globalizado, como el internet rompió los cascarones de la formación incubadora de las ideas y los algoritmos han reemplazado la capacidad humana de crear e imaginar. Pero sobre todo porque allá y acá finalmente lo que se busca es la comodidad para todas las edades, la atención médica y la garantía de comida, las ideas de libertad, igualdad y fraternidad que enarbolaron las constituciones después de la revolución de los franceses, han sido reemplazadas por salud, alimentación y educación.
¿Quién propone una nueva constituyente en Colombia?
Aparentemente entonces eslabonar un nuevo contrato social o una constituyente moderna o como se lo quiera llamar sigue siendo un capricho de cada país y, sobre todo una opción que siempre encontrará la pared centenaria de los Estados Unidos, donde la norma que rige desde su declaración de independencia se la ha remendado, pero nunca cambiado.
En Colombia, donde la última carta, la de 1991, resultó finalmente siendo un sancocho al que le han ido agregando o recortando pedacitos porque o era inaplicable o ha resultado muy caro cumplirla, ya se está hablando de elaborar una que nos ponga al día en metas y necesidades y suprima esas necedades.
Jaime Castro, uno de los constituyentes del 91, levanta a cada rato la bandera de convocar a una nueva.
El ejemplo de Chile, que se sacudió en revueltas y protestas para finalmente aceptar modificar su contrato social, es el ejemplo que todos proponen.
Nosotros podríamos hacerlo a las buenas, sin tener que llegar a una revuelta o asomarnos al abismo como en el dañino paro de abril y mayo.
Pero ante la percepción de desconfianza que nos inunda muchos creemos que detrás de esa convocatoria de una constituyente debe haber gato encerrado y alguien quiere organizar al país para quedarse con él, no para progresar al futuro, como es lo debido.