¿Serías capaz de “eliminar” la mejor versión de ti mismo (triunfadora, joven y bella) que a la vez es la peor versión de ti mismo (egoísta y ambiciosa)? La pregunta y la respuesta la da la cineasta Coralie Fargeat en su nueva película La Sustancia (The Substance).
Bajo la dirección de Fargeat, Demi Moore (Elizabeth Sparkle), Margareth Qualley (Sue) y Dennis Quaid (Productor del programa de televisión) se enfrentan en esa búsqueda eterna de la juventud y de la “fama” que persigue al ser humano.
Ver y entender la película La Sustancia no es fácil.
Los primeros planos grotescos, el sonido ambiente demasiado invasivo de una persona al masticar desaforadamente, que tanto incomoda, los “chorros” de sangre y los regueros de tripas aquí y allá, en medio de corredores neón inmensos, crean una sensación de desasosiego que permea la película.
Quizá por esa amalgama de sonidos y efectos visuales y auditivos es que crea tanto shock, aunque ya conocíamos los grotescos sonidos y el tono neón que es preludio a los “baños de sangre” que ya había mostrado Fargeat en su primera película, Revenge.
Y quizá por conservar esos mismos “símbolos” es que viene de ganar como mejor guion en el Festival de Cannes (premio merecido) y de crear, no se sabe si por merchandising o realmente, una cadena de rumores sobre la sensación y efectos en los espectadores.
¿Qué pasa en la película La Sustancia?
“…Todo termina a los 50” dice repetidamente el dueño del estudio de televisión que quiere cambiar a Elizabeth Sparkle, en sus 50 años, por una joven de veintitantos años, sin importar que el espectador aprecie igual la belleza desnuda de Demi Moore, a sus 61 años, que la Margareth Qualley.
Y entonces, cuando la estrella de tv escucha que la quieren cambiar por un cuerpo joven, aparece un misterioso proveedor de La Sustancia, que te dará la oportunidad de convertirse en dos, tener su vieja versión y a la vez sacar de dentro de si la nueva versión, joven, bella y ambiciosa.
Eso sí, existen condiciones, la “Vieja Yo” tendrá una semana de vida y la “Nueva Yo” se activará a la semana siguiente. Pero, si ya aprendiste, lloraste reíste, ganaste, perdiste y sobre todo sabes lo que esperan los demás de ti para “triunfar”, ¿por qué no tomar un día más de la “Vieja Yo” y disfrutarlo?
Así eso signifique que ese día que “usaste” le pasara factura al viejo cuerpo que te dio origen y las secuelas físicas serán el preámbulo de lo que “vendrá”.
Ahí, la película se vuelve un culto al llamado “Body Horror” y a sensaciones que ya el espectador conocía en películas como la Mosca (de 1986) y Carrie, en su versión original de 1978.
Y son sensaciones que parecieran alargarla innecesariamente (dura dos horas y 20 minutos) hasta terminar sacando lo peor de ti y culminar en una orgía de sangre, vísceras y fluidos.
La Sustancia no es una película fácil, como tampoco lo es la solución al dilema y, por la aureola que trae, muy seguramente impactará en la cartelera, en una sociedad que tiene estándares de belleza y triunfo moldeados por la juventud y la arrogancia.
Antes de verla, y también después, siempre será bueno pensar en el dilema ¿eliminarías a tu mejor versión? O ¿dejarías que esa mejor versión, que reúne también lo peor de tu vieja versión, te mate?