Youtube “bajó” de su plataforma una de las “Crónicas de Enchuspado”, de Gardeazábal.
Todo porque encontró una mención de medicinas que actuarían contra el coronavirus.
Esa acción de Youtube, es llamada por Gardeazábal la nueva censura.
Y Gardeazábal aprovecha para contar las censuras que ha creado el hombre para frenar las ideas, o a los librepensadores:
“A lo largo de mi ya más de medio siglo como columnista o comentarista de opinión he soportado y sobrevivido todas las censuras.
Desde mis primeras columnas don Modesto Caicedo y Raúl Echavarría en Occidente y directamente Rodrigo Lloreda en El País de Cali, me colgaron más de una publicación.
Don Modesto nunca daba ninguna explicación, hacía parte del pabellón de las esfinges.
Raúl era más explícito y trataba de explicarme lo que yo había entendido, pero no quería aceptar.
Rodrigo Lloreda era un señor.
Me remitía la columna vetada con una notica muy breve firmada por él y pegada con un clip al texto devuelto.
Hace unos años, reempacando un archivo encontré un folder con once columnas vetadas por él siempre con el mismo estilo y casi las mismas palabras.
No sé por qué las había guardado si mientras más he vivido más se me ha censurado y ni soy rencoroso ni le cobro nada a la vida.
En El Colombiano de Medellín, donde escribí casi 30 años, pese a ser godos antioqueños, me censuraron muchísimo menos.
¿Cuándo llegó la guillotina a El Colombiano?
Simplemente le decían a Elisa Tascón, la secretaria de Juan Zuleta Ferrer, que me llamara a avisarme que la columna no podía publicarse
Y ella, que era una genial mujer,
Me pegaba una vaciada para decirme, entre hijueputazos, que si era que se me había olvidado para cual periódico estaba escribiendo.
Cuando ella ya se había jubilado, llegó la guillotina,
Escribí una columna sobre Gómez Méndez y el mismo día que debía aparecer mi nota, la finura de Ana Mercedes Gómez publicó una columna del chaparraluno en el mismo sitio donde habitualmente había sido publicada la mía.
Como si no hubiese entendido el mensaje, esa tarde me llegó una nota informándome que no se publicaría más mi columna.
Con los libros solo tuve un gigantesco tropiezo cuando Destino de Barcelona, donde había publicado Cóndores no entierran todos los días y Dabeiba intentó publicar en épocas de Franco, El Bazar de los Idiotas, donde dos bobos hacen milagros cada que se masturban.
30 años después Arcadia publicó el acta de veto de la novela firmada por un ujier del Generalísimo y entendí la magnitud del problema que pudo haber tenido don Joseph Vergés, el dueño de Destino.
A mí me obligó a no volver a publicar en España y comencé mi brecha literaria en la desaparecida Plaza y Janés, Editores Colombia.
Todo esto lo traigo a cuento porque siempre fueron seres humanos los que me censuraron.
Pero ayer recibí una cartita de YouTube informándome que mi enchuspado # 150 (este es el # 154) había sido descolgado de su archivo porque” tras revisarlo, hemos determinado que infringe nuestras normas y lo hemos retirado”.
Por supuesto esta vez quien me censura es un algoritmo.
Me faltaba probar la nueva censura virtual que regirá después de la pandemia.
Ojalá no me toque repetirla.