“Vayan haciéndole y ahí conseguimos la plata…”, pero la plata nunca apareció y, antes por el contrario, Álvaro Narváez, el secretario de cultura de Medellín renunció y desapareció.
Pero se desapareció muy bien de billete porque antes de renunciar “viaticó” jugosamente al representar a Medellín en ciudad de México en pleno diciembre.
Y renunció cuando las deudas con los artistas y el sector cultural de Medellín ya eran tema del día a día en la opinión pública y se sumaban a las denuncias de corrupción en la Alcaldía de Daniel Quintero y desapareció y detrás deja, por lo menos, 340 millones de deuda a quien participaron del Festival Miradas Medellín.
Lo grave es que no hay contrato y no hay reserva presupuestal y eso significa que menos hay recursos para pagarle a 38 personas que trabajaron directamente en el Festival (aunque algunas, “recomendadas”, alcanzaron a “cubrirse” mediante un contrato con el Instituto Pascual Bravo)
Tampoco hay dinero para pagarle a 29 artistas y colectivos que ganaron, con su trabajo, la presencia en el Festival y que invirtieron recursos propios para realizar las obras.
Menos, para cancelarle a la curadora del Festival, Cata Arroyave, que dedicó horas y días a ver 150 películas, analizarlas y recomendar su proyección.
También se quedaron sin pago, las empresas de logística que le cumplieron a los asistentes al evento (aunque algunos dicen que eso les pasa por no ser Gravity, la empresa de logística de “samu”, o la de Yepes o la de Aux).
Finalmente, tampoco hay recursos, porque no hay no reserva presupuestal en la secretaría de Cultura, para pagar los 61 derechos de proyección de las películas exhibidas.
Detrás de Álvaro Narváez, secretario de Cultura de Medellín, también se van todos los subsecretarios de esa dependencia, solo consortes de lujo, y nada más.