La peste china del coronavirus nos hizo perder la confianza en el gobierno, los médicos, los políticos y la Iglesia, dice Gardeazábal.

Y lo dice en sus “Crónicas del Enchuspado”, para www.rutanoticias.co, cuando ya esa peste china del coronavirus mató a 15.691 colombianos y 774.539 personas en todo el mundo:

“Si algún daño nos ha hecho esta peste china es haber conseguido que perdiéramos la confianza en casi todos los órdenes. 

Perdimos la confianza en los médicos. No fueron capaces en los 5 meses que llevamos de pandemia en encontrar un antídoto para la enfermedad y, lo que es peor, cuando algún colega médico experimentaba con esperanza un medicamento, minimizaban el éxito y estigmatizaban su accionar hasta hacernos creer que no querían que la gente se curara. 

Perdimos la confianza en las tan mentadas UCI, unidades de cuidados intensivos, en donde tanta gente había conseguido salvarse en el pasado y ahora apenas si se salvan 35 de cada 100.  

Perdimos la confianza en los gobernantes y, lo que es peor, aprendimos a desobedecerlos porque habló tanta cháchara todos los días el director del magazín de televisión de las 6 de la tarde, que el contagio de la falta de fe y de confianza en él recayó finalmente en los gobernadores y alcaldes a quienes les echaron la responsabilidad descoordinada y se fue regando como el chocolate cuando se derrama pirámide abajo. 

¿Por qué perdimos la fe en las iglesias?

Pero también durante esta pandemia los colombianos perdimos la fe en las iglesias, en sus sacerdotes y obispos, en sus pastores y en sus rabinos. Les cerraron los templos y sinagogas y se olvidaron de sus fieles. Ninguno encabezó la batalla por liderar la convocatoria a la disciplina social y menos para ayudar a salvar o dar de comer.  

Y de igual manera se traspapeló por completo la confianza en los políticos. No hubo uno con propuesta alguna salvadora, no hubo uno que fuera capaz de hablarle al señor del programa de televisión para que retomara su dignidad presidencial. A todos les dio miedo contrariarse con el gobernante y lo único que consiguieron fue aumentar al máximo la desconfianza que ya el pueblo colombiano les tenía.  

Lo más grave, empero, es que la confianza que habíamos ido depositando por encima de errores e injusticias en el sistema de salud, nos la hicieron perder las EPS porque en una emergencia como la que se ha vivido siguieron atendiendo con la misma parsimonia, dejaron esperando 15 o 20 días o que el paciente se muriera antes que acudir en la cuarentena a tomarle el examen y prefirieron dejarlos en casa, cuidándose como si tuvieran gripa, sin hacerles seguimiento ni siquiera por el celular y el wasap que ahora se podrían haber usado para facilitar y aumentar la confianza entre enfermo y la EPS. 

Recuperar la confianza en todos los que la perdieron cuesta años, quizás más muertos o de pronto generaría la posibilidad del surgimiento peligroso de un gritón populista que prometa hacer barrida y limpia y reconstruir el nexo que une finalmente los estados: la confianza”.