¿Dónde viven las preguntas que seguimos sin hacernos?, de Juan Álvarez, es el libro recomendado por Gustavo Álvarez Gardeazábal.
¿Dónde viven las preguntas que seguimos sin hacernos?, de Juan Álvarez, es «BUENA PERO MAL TITULADA», dice Gardeazábal:
«Juan Álvarez es miembro de la guardia pretoriana que custodia el idioma desde el Instituto Caro y Cuervo, tiene 34 años.
reseña de la última novela de Juan Álvarez en qué está leyendo Gardeazábal
Juan Álvarez es miembro de la guardia pretoriana que custodia el idioma desde el Instituto Caro y Cuervo, tiene 34 años.
Dos de sus novelas anteriores, “La ruidosa marcha de los mudos” y “Aun el agua” me impactaron y las comenté en estas notas semanales mías.
Ahora se viene con una novela atrayente pero pésimamente titulada “Dónde viven las preguntas que seguimos sin hacernos” cuando bien podía haberse llamado “Luis o Lucía” porque fundamentalmente trata de la vida de Luis un adolescente trans que las emprende con tanta gana con la vida y a tal velocidad que cuando acaba la novela ya ha sido elegido congresista, pero como Lucía, pues ha logrado transformarse vertiginosa y exitosamente.
Narrada por un amigo íntimo de Luis, desde un espacio de clase media opaco, con pocos elementos ancla que determinen pareceres y arbitrariedades, logra agarrar al lector desde las primeras parrafadas, hasta que, al narrador, cuando Luis termina el bachillerato y se pierde en el mundanal ruido bogotano para llegar a ser Lucía, se queda musitando, rumiando su batalla filosófica, sicológica, novelística o de frustrado sexual, frenando totalmente la narración que venía tan acelerada.
El éxito empero es que el lector, así no le interese resolver el conflicto sicomoral del narrador frente al fenómeno del travestismo queda amarrado y termina con cara de satisfacción la novela.
No es un obra tan rutilante como la marcha de los mudos ni tan experimentalmente inquietante como la del agua, pero como Juan Álvarez, pese a correr diariamente el peligro de quedar acartonado por ser defensor del idioma en una institución de tanto peso decimonónico como el Caro y Cuervo, tiene soltura en la prosa, humor en los giros y sonrisa permanente en las frases poco alongadas, la novela resulta buena, pero no tiene nada que ver con el título que le puso sino en el aburridor espacio donde se abandona a volverle importante al lector el tema que menos interesa de esa cascada luminosa: a resolverle al narrador( o quizás al propio escritor) su problema sicomoral».
Editó Alfaguara. 140 páginas.
Escuche el audio de Gardeazábal aquí: https://www.spreaker.com/episode/51652754