Hace un año sorprendió la muerte de Fernando Botero, aunque era “lógica” ante la muerte pocas semanas antes de Sofia Vari, la mujer que lo acompañó en todos sus momentos de gloria. Y hace un año recordamos el recorrido por su Pietrasanta que nos permitió conocerlo en la intimidad de su hogar y de su taller. Hoy, al recordar al maestro Fernando Botero, nos atrevemos a a recordar esos 4 días a su lado:
Fernando Botero está en el infierno. Solo su cabeza sobresale en un mar de fuego y lodo mientras intenta sostenerse de la cola de una serpiente…
Es verano en Pietrasanta y al otro lado de la línea 390 584 71 – – -saludan con un “hola…”, Es Fernando Botero cumpliendo una cita para un reportaje que quiere hacerle Lays Vargas.
Ël, en ese momento el artista vivo más importante del mundo, está feliz porque el reportaje será para el noticiero que más se ve en Antioquia.
“Increíble que vengan desde Medellín hasta aquí, espéreme en la plaza con su mujer y su hijo que vamos a hacer un recorrido por Pietrasanta”, dice.
Y 10 o 15 minutos después, no aparece un Ferrari en la Piazza del Duomo en Pietrasanta, tampoco un Peugeot, ni un Fiat ultra deportivo y menos un Lamborghini, solo se ve en la plaza vacía un muy pequeño carro nissan, de placas BF 954 BS. El, que es un hombre cercano a un metro con ochenta, se baja ágilmente del pequeño carro rojo.
¿Quién eligió a Fernando Botero como conductor?
“Vamos al taller, a ver al guerrero y después a la iglesia de La Misericordia”, agrega el maestro Botero, antes de convertirse, durante hora y media, en conductor de dos periodistas que lo querían saludar y grabarle una pequeña entrevista de televisión.
Una a una señala las obras en la fundición, muestra cuál se irá para China (donde tiene un comprador que ya ha colocado dos de sus esculturas en su casa privada), discute con los operarios de la grúa por la forma de alzar la pesada obra, pregunta al dueño de la fundición si llegó todo el material para vaciar una obra que debe enviar a París y luego, muy veloz, en el pequeño carro rojo, nos regresa a la plaza principal.
Camina por una callejuela pequeña y dos cuadras más adelante entra a la Iglesia de La Misericordia, que otros llaman la iglesia de San Blas, y que es la única capilla en el mundo que tiene dos frescos de Fernando Botero (en El Vaticano también hay, pero solo uno).
¿Qué iglesia tiene La Puerta del Cielo y del Infierno?
Y allí, frente a la puerta central de la iglesia, que es casi tan pequeña como el carro, aparecen “La Puerta del Infierno” y “La Puerta del Cielo”, dos lienzos que pintó en 1992, como regalo a la ciudad.
¿Dónde estoy?, pregunta señalando La Puerta del Cielo y la Puerta del Infierno.
Todos creemos que, obvio, en el cielo y lo buscamos protegido y detrás del manto de la Madre Teresa de Calcuta, o cerca de la cantante de la mandolina, pero no, Fernando Botero está en el infierno.
Solo se ve su cabeza en el mar de fuego y lodo que lo rodea, tiene el pelo liso y su “chivera” que tantos años lo identificó. Detrás, “la mano de otro cristiano que se está ahogando y un poco más atrás, Mario mi jardinero”.
“Pensé que si me ponía en el cielo parecía prepotente, en cambio en el infierno todos pueden ir a la iglesia a orar y tratar de sacarme. Es como al artista, la gente es la que lo salva”, dice Fernando Botero.
- Bueno ¿y por qué el pobre mayordomo está ahí. ¿A él no lo salva la gente?
“Cuando empecé la obra y él venía tras de mi con todo lo que necesitaba, le dije ¿Mario…usted dónde quiere estar? Y me dijo…maestro, siempre donde usted esté, y detrás de usted”.
Además de su fiel “Mario”, otros siete rostros “de cristianos” se ven en la Puerta del Infierno y, además, un diablo castiga a una mujer, una pena necesaria por generarle tanto dolor a Fernando Botero.
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