El “arma” de los ciudadanos “de a pie” es silbar. Silbar a los malos gobernantes y a los delincuentes oficiales. Por eso cuando en el estadio Metropolitano, de Barranquilla, silban a Petro es solo un escalafón más en las protestas en Colombia.

El problema no es cuando silban a Petro, lo delicado es que algunos reciben la silbatina y la aceptan como parte del quehacer político y otros desatan el “poder del Estado” contra los ciudadanos.

El domingo 29 de enero de 1956 fue la primera silbatina “oficial”.

En la Plaza La Santamaría, de Bogotá, durante una corrida de la Feria Taurina, silbaron a María Eugenio Rojas y su papá, que tanto quería a la “niña”, ordenó que en la siguiente jornada los soldados mataran a disparos, a culatazos y a cuchilladas a quienes no respondieran al saludo de “Viva Rojas Pinilla”.

Según un podcast de UniAndes, los muertos pasaron de uno a 7, después a 9 (según El Colombiano, uno de los pocos periódicos que no había sido censurado):

Y finalmente el número de muertos llegó hasta 37… pero fueron enterrados como NN y nunca se supo la cifra exacta:

“Alberto Donadío y Silvia Galvis, periodistas que le han dedicado dos libros a Rojas Pinilla, afirman que sí hubo un plan de acción: “fue en Palacio, en los días siguientes a la silbatina, donde se acordó que se comprarían 7.000 boletas para la corrida siguiente del 5 de febrero. Las entradas se repartieron entre los agentes del SIC”, el Servicio de Inteligencia Colombiana, “con la orden de asistir a la corrida vestidos de paisano”. La orden, según Donadío y Galvis, era iniciar una protesta propinillista, y castigar a quienes no hicieran parte de ella”, tomado de (UNIANDES El Crimen de La Santamaría).

¿A qué políticos colombianos han silbado?

Después la memoria de las silbatinas viaja hasta Virgilio Barco y Julio César Turbay, silbados en Medellín porque sistemáticamente se declaraban enemigos del Metro y sus visitas coincidían con medidas contra los pagos o de suspensión de los mismos, lo que hizo que el sistema de transporte masivo permaneciera “frenado” cerca de 5 años.

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También, más recientemente y ya en esta década del 2 mil, se llevó su dosis de silbatina Juan Manuel Santos, por los falsos positivos, por los militares asesinados en medio de los diálogos de la paz con las FARC, por entregarles curules a esa guerrilla y hasta por comprar cortinas lujosas y “almendras” a precios millonarios.

Mientras silbaban a Santos, también recibía su dosis Sergio Fajardo, a quien los ciudadanos le criticaron que no eligiera candidato presidencial para apoyar en el año 2018 y prefiriera irse a ver ballenas en Bahía Solano.

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También en Medellín se silba, cada que están en sitios públicos, a Daniel Quintero, a Diana Osorio y a todos esos personajes y secuaces que hicieron del erario público su billetera personal.

Y, hace menos de un mes, silbaron a Luis Pérez Gutiérrez, tutor de muchos de los que hoy se llaman independientes:

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Y ahora, silban a Petro, y su hija sale hijueputiando a todo el estadio:

El próximo partido de la Selección Colombia, como local, es el 10 de septiembre del 2024. Ya seguramente habrán olvidado este preámbulo del partido.

Además, porque algo debe ir, piensa uno, de Gustavo Rojas a Gustavo Petro.