Parece la escena de una película italiana en la que una diva atrae las miradas de todos los que la rodean. Hace mucho calor en ese julio de 2004 y Sofía Vari camina desde su casa en las colinas de Pietrasanta hasta el parque principal. Sobre su bella cintura una bandera de Colombia cumple el papel de cinturón y cuatro manillas con los mimos colores, en su muñeca derecha, y otras seis, en su izquierda, demuestran su amor por Fernando Botero, y por Colombia.
Y es que esa combinación tricolor, combinada con su conjunto sastre en color blanco, obra de su diseñador personal, Paolo, de Pietrasanta, resalta ante todos los demás, en una fiesta para colombianos, que es como ella se siente.
Es el homenaje del embajador Juan Gómez Martínez, de 15 silleteros de Santa Elena y de Fabio Valencia Cossio, a Fernando Botero.
En su discurso, el alcalde Massimo Mallegni (hoy senador) pide que Italia considere declarar hijos adoptivos a Fernando Botero y a Sofía Vari, tal como él ya lo ha hecho en Pietrasanta.
Sofía, al culminar el acto y durante la cena especial que programó, en la misma plaza, para 100 invitados, le cuenta a Juan Gómez Martínez que ya tiene dos nacionalidades que ama, la griega, donde nació, y la colombiana, que lleva de la mano de su amor por Fernando Botero.
Esa misma Sofía Vari, que nació en 1940 y se casó con Botero en 1978, tras separarse de sus primeras parejas, murió este viernes 5 de mayo, fruto de un cáncer que la agobiaba desde años anteriores y que descubrió un día que se desmayó en la casa en Mónaco.
¿Qué pasa hoy con Fernando Botero?
Ese amor tan extremo, que era mutuo, llevó a Botero a encerrarse y a acompañarla. Vendió su casa en Nueva York, no volvió a su finca en Llanogrande y se quedó solo en Mónaco, junto a ella.
De allí, solo saldrían en 2017, para la que se considera la exhibición más grande, en términos de importancia artística, de Fernando Botero, la exposición de 60 cuadros y dos esculturas del antioqueño frente a 20 pinturas de Pablo Picasso, en París.
Luego, muchas quimioterapias, muchos encierros en hospitales y muchos malestares del cáncer hicieron que la pareja bajara su trabajo artístico. Ella, escultora de gran formato, no pudo asistir a la inauguración de su exposición y retrospectiva en Park Avenue, en Nueva York (que estará hasta octubre de este año).
Mientras que Botero dedicaba sus manos ya no a crear sino a abrazar y “remediar”.
A Ileana, la única hija de Sofia Vari, y a Fernando, Lina y Juan Carlos, los tres hijos de Botero, les queda una tarea tan grande como las esculturas de sus padres, cuidar al maestro colombiano, hoy agobiando por los achaques que traen 91 años a cuesta, porque en esos amores tan grandes, como decían los viejos, siempre el uno atrae al otro.