“Dios salve a la reina”, decía el himno de gran Bretaña y desde este 9 de septiembre cambiará, al informar el Palacio de Buckingham que este jueves murió la Reina Isabel II.

Su hijo mayor, el príncipe Carlos, es el sucesor natural y será en dos semanas, cuando culmine la ceremonia de sepelio de la Reina.

Nacida en 1926, la Reina Isabel II llegó al trono en 1952 tras una serie de eventos poco comunes:

Primero la temprana muerte de su padre, Jorge VI, nombrado rey tras la renuncia al trono de Eduardo VIII, quien prefirió el amor de Wallis Simpson, una plebeya y divorciada norteamericana, a ser rey de Inglaterra.

Desde ese lejano 1952 hasta hoy, la Reina acompañó a 15 primeros ministros en Gran Bretaña y vio pasar a tantos presidentes y mandatarios del mundo que se le veía como “inmortal”.

Los escándalos de sus hijos, el divorcio de Carlos con Lady Di, el matrimonio de una de sus nietas con un guardaespaldas, la aparente participación del príncipe Eduardo con una red de trata de niñas, y los sucesivos rumores de infidelidades de su esposo, el rey Felipe de Edimburgo, la mostraban como una mujer conservadora y demasiado apegada a las tradiciones sociales y comunitarias de la Monarquía, los últimos años su imagen cambió y fue una mujer moderna y abierta a los cambios del mundo.

De hecho, cuando nadie lo esperaba, fue famosa su aparición en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres, en 2012, acompañada de James Bond y Mr Bean.

Desde el Castillo de Balmoral, en Escocia, el cuerpo de la Reina Isabel II será traslado a Londres para el homenaje de los mandatarios del mundo y de sus súbditos.

Pasado ese momento, el príncipe Carlos se convertirá en el Rey Carlos III.