La Virgen de Fátima merece desfiles, como los que se hacen en las ciudades de Colombia para recibir las primeras dosis de vacunas ¿Los merecen?

Pregunta y reflexión de hoy en la “Crónica de Gardeazábal” para www.rutanoticias.co:

“Cuando el comunismo asomó sus narices en marzo de 1917 y comenzó su carrera vertiginosa para derrocar a la monarquía rusa, la Iglesia Católica, más por vieja que por sabia, presenció la aparición de la Virgen de Fátima, en un pueblito de Portugal a tres niños entre el 13 de mayo de ese mismo año y el 13 de octubre.

Nadie entendió entonces ni la peligrosidad de la revolución bolchevique, ni mucho menos sus alcances, y también fueron muy pocos los católicos fervientes que consideraron inmediatamente como ciertas y milagrosas las apariciones portuguesas.

Con el paso de los años el comunismo se fue tratando de regar no solo por Rusia sino por el mundo entero y la Iglesia Vaticana, paralelamente, fue haciendo crecer la devoción a la Virgen de Fátima mitificando sus mensajes, convirtiéndola en el símbolo católico contra la amenaza comunista.

¿La Virgen de Fátima o la vacuna nos salvarán de la peste?

Con la imagen de la patrona del rosario de Fátima hicieron y consiguieron ochas y panochas.

Le levantaron santuarios aquí y acullá y en países como el nuestro la usaron para mantener el fervor religioso y hasta para transportar ocultas las armas de pájaros y chulavitas en las carrozas conque era recibida de pueblo en pueblo.

Eran gigantescos desfiles presididos por las autoridades civiles y militares y, obviamente por los obispos, los párrocos, las sirenas de los carros de los bomberos y el repiqueteo de las campanas que todavía sonaban en las torres de las iglesias.

Las gentes entonces salían a aplaudir la imagen y a tragarse el antídoto contra el comunismo que ella encerraba con su carita inclinada, sus manos juntas y el rosario entrelazado en sus dedos.

Todo ese espectáculo, que de niño me impactó, lo hemos estando viviendo de nuevo  por estos días cuando en el colmo de la ridiculez populista, han salido casi los mismos  (como sucedió en Sincelejo), el gobernador y el alcalde, el obispo y el comandante policial y  el del ejército, las sirenas de los bomberos y de las radiopatrullas, las nubes de camarógrafos y las bombillas de la estupidez para recibir unas cuantas vacunitas, apenas unos miles de los 50 millones que deberían llegarnos antes de que la peste del covid nos sobrecoja.

Pretenden quizás los greñudos asesores de imagen del régimen que, así como estuvo dizque a punto el comunismo de devorarnos, y nos salvó la Virgen de Fátima, la vacuna nos redima de esta salvaje peste y nos haga engrandecer y no maldecir al estado o a los gobernantes que la monopolizan.

Gustavo Álvarez Gardeazábal