El lanzamiento del libro Plaza Botero, que en 200 páginas recupera toda la memoria de la construcción del mayor espacio público del mundo dedicado a un artista, reunió las palabras de los tres hijos del maestro Botero, Lina, Fernando y Juan Carlos, quienes destacaron tanto la “valentía” de Juan Gómez Martínez de “tumbar y construir un barrio entero y convertirlo en una plazoleta de arte”, como de Ramiro Valencia y otras personalidades que impulsaron el proyecto y ahora las muy bellas fotos de Gabriel Buitrago, que reflejan los años previos y finalmente la inauguración.
“… él sabía que realizar este sueño colosal era poco menos que imposible.
“Sin embargo, lo que lo volvió realidad fue la participación de personas que no conocen el significado del término imposible y no lo incluyen en su vocabulario”, señala Juan Carlos Botero.
Por su parte Fernando Botero señala que “…La magia de la fotografía de Gabriel Buitrago nos permite evidenciar como esta parte de la ciudad de Medellín se transformó por completo para convertirse en un centro de importancia artística y cultural no solamente del nivel departamental, sino del nivel nacional e internacional…”.
Mientras que Lina Botero agrega que la donación del maestro Botero, de su obra y de su colección, fue una muestra de confianza del artista en su ciudad y sus gentes, en medio de la época de terror que se vivía: “…En medio de ese panorama desolador, muchos habían perdido la fe en el país, pero este gran gesto fue un rotundo «sí se puede». Como dijo mi padre en su discurso de inauguración de la nueva etapa del Museo de Antioquia: “Que esta ciudad ya no sea más la de la violencia y la droga, sino la ciudad de la paz”.
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¿Qué destacan los hijos del Maestro Botero sobre el Libro Plaza Botero?
Durante el lanzamiento del Libro Plaza Botero se escucharon estas palabras de los tres hijos del Maestro Botero:
«Buenos días, En nombre de mi familia, y especialmente en honor a la memoria de mi padre, el maestro Fernando Botero, quiero celebrar la publicación de este magnífico libro, Plaza Botero, que documenta, nada menos, un sueño imposible convertido en una realidad para todos.
A través del extraordinario trabajo fotográfico de Gabriel Buitrago, podemos ver y recordar la evolución de ese sueño, el que le brindó a mi padre, como él lo dijo más de una vez, “la mayor felicidad de toda su vida”. Este proceso tan arduo y complejo, el de rescatar un barrio entero y recuperar una zona marginada para transformarlos en un espacio de convivencia ciudadana, un lugar lleno de arte y alegría, era lo que mi padre más deseaba. Ante todo, para embellecer la ciudad que él tanto amó, la ciudad que lo vio nacer y crecer, a la que le debía tanto, pues siempre fue la materia prima de su creatividad: su adorada ciudad de Medellín. Lo malo es que él sabía que realizar este sueño colosal era poco menos que imposible.
Sin embargo, lo que lo volvió realidad fue la participación de personas que no conocen el significado del término imposible y no lo incluyen en su vocabulario. Son personas que ante un proyecto que otros consideran utópico o irrealizable, se limitan a esbozar una tenue y sabia sonrisa, y mientras se doblan las mangas de la camisa preguntan: “¿No se puede? Vea pues… Ya lo veremos”.
En efecto, cada vez que mi padre proponía algo descabellado, como tumbar aquel edificio recién construido y sin estrenar, el alcalde de la época, Juan Gómez Martínez, respondía: “Está bien, Fernando. No hay problema”. Y se hacía. Y otros también colaboraron de manera definitiva en la realización de su sueño. Como su querido amigo Ramiro Valencia Cossio, el gestor de este libro; y Tulio Gómez, que era el gerente del plan de renovación del Museo de Antioquia —museo que hoy dirige con tanto éxito María del Rosario Escobar—; y Germán Jaramillo Olano, el presidente de la junta en ese tiempo, y la empresa EPM, que participó en forma crucial en la gestación de todo el proyecto.
Este libro tan bello y tan bien editado nos recuerda algo esencial que no debemos olvidar nunca. Y es esto: cuando hay compromiso y disciplina, y cuando hay voluntad cívica y política, y especialmente cuando hay patriotismo y generosidad de espíritu, las cosas se pueden hacer, los cambios colosales son posibles, y hasta una ciudad se puede transformar.
Lo único que lamento es que mi padre no esté presente en esta celebración. Pero sé que en donde él se encuentra ahora, por allá metido en las nubes y sujetando su pincel y su paleta de artista en las manos, como tantas veces se pintó, estará realmente feliz y conmovido, y seguro soltará su pincel y la paleta por un segundo para aplaudir de pie y con todas sus fuerzas. Y también lo hará con gratitud. Porque gracias a ustedes su sueño imposible es ahora una hermosa realidad. Y eso, para él, era un motivo de orgullo. Y lo es para toda la familia.
Muchas gracias, Juan Carlos Botero”.
“Querido Ramiro
En nombre de la familia Botero quiero agradecerle a usted, y a todo el equipo de trabajo, por la feliz iniciativa de editar y publicar el libro la Plaza Botero como un testimonio de fundamental importancia del desarrollo urbano de Medellín.
Mención especial merece Gabriel Buitrago como el fotógrafo que captó, a través de su lente y su talento, las imágenes extraordinarias de la plaza antes, durante y después de su transformación. La magia de la fotografía de Gabriel Buitrago nos permite evidenciar como esta parte de la ciudad de Medellín se transformó por completo para convertirse en un centro de importancia artística y cultural no solamente del nivel departamental, sino del nivel nacional e internacional.
Hoy en día Medellín es considerado un destino de primera importancia en el mundo entero por su empuje, por su innovación, por su desarrollo tecnológico, por su industria, por la calidad de sus gentes, pero naturalmente también por su arte y su cultura que se ven plasmados extraordinariamente bien en la Plaza Botero.
Deseo destacar la labor extraordinaria de Juan Gómez Martínez, quien impulsó este proyecto de renovación urbana cuando fue Alcalde de Medellín. De hecho, esa Alcaldía de Juan Gómez Martínez será recordada para siempre como una de las más importantes y más transformadoras de la historia de la capital de Antioquia.
Destaco también la labor de Tulio Gómez como Gerente del Proyecto de Renovación Urbana del Museo de Antioquia y de German Jaramillo Olano como Presidente de la Junta Directiva de la institución.
Nada de lo anterior hubiera sido posible sin el gran aporte de las Empresas Públicas Municipales de Medellín. Cuando usted fue el gerente de EPM fue precisamente cuando sucedió toda esta transformación extraordinaria de Medellín, de suerte que le extiendo a usted mi agradecimiento y mi reconocimiento muy especiales.
A nombre de la familia Botero deseo extenderles a todos los presentes en el evento de hoy nuestra gratitud, nuestra admiración, nuestra solidaridad con todos los proyectos que se emprendan a nivel cultural y artístico en la capital de Antioquia y nuestro compromiso con el futuro de la ciudad. Es lo que habría deseado nuestro padre, el Maestro Fernando Botero, presente en espíritu en este día tan especial y tan importante.
Fernando Botero Zea”.
“Queridos Amigos,
Lamento profundamente no poder estar presente hoy con ustedes, pero los acompaño a la distancia en este nuevo y conmovedor homenaje a la memoria de mi padre, el Maestro Fernando Botero, a través del bellísimo libro del fotógrafo antioqueño Gabriel Buitrago.
La historia de cómo se logró la donación de mi padre al Museo de Antioquia — no solo de una extraordinaria selección de su propia obra, sino también de piezas de artistas del siglo XX que formaban parte de su colección, junto con las 23 esculturas que hoy conforman la Plaza Botero — es profundamente inspiradora y un ejemplo de lo que se puede alcanzar cuando existe la determinación para hacerlo. Su gesto fue un acto de generosidad, compromiso y amor por Colombia y por esta tierra que fue la suya. Sin embargo, lo más sobresaliente fue el momento que escogió para hacerlo: un periodo en el que el país atravesaba uno de los peores capítulos de su historia reciente, marcado por el secuestro, las masacres y los asesinatos que eran noticia diaria.
En medio de ese panorama desolador, muchos habían perdido la fe en el país, pero este gran gesto fue un rotundo «sí se puede». Como dijo mi padre en su discurso de inauguración de la nueva etapa del Museo de Antioquia: “Que esta ciudad ya no sea más la de la violencia y la droga, sino la ciudad de la paz”.
Este sueño que hoy vemos realizado y que está al alcance de todos los colombianos no habría sido posible sin aquellos hombres visionarios, determinados y valientes, quienes asumieron este reto como propio. Sin su ayuda decisiva, este proyecto no se habría materializado. Ejemplos de ello son Juan Gómez Martínez, alcalde de la ciudad en aquel entonces; Tulio Gómez, gerente del proyecto de renovación del Museo de Antioquia; Germán Jaramillo Olano, presidente de la junta del museo; y Ramiro Valencia Cossio, gerente en aquel entonces de EPM, empresa clave en el desarrollo de este ambicioso proyecto, y gestor de este bellísimo libro.
Las fotografías de Gabriel Buitrago son un testimonio único, paso a paso, de lo que significó este proceso y del nivel de ambición que conllevó convertir este sueño en realidad. Sus imágenes son hoy una valiosísima evidencia de ese momento histórico, que gracias a su talento y a este magnífico libro quedarán preservadas para siempre.
Quiero aprovechar esta ocasión para expresar mi más profundo agradecimiento a María del Rosario Escobar, actual directora del museo. Su respeto y compromiso absoluto con la obra, la memoria y el legado de mi padre se reflejan en cada uno de sus actos, y mi gratitud hacia ella es infinita.
Mil gracias, Lina Botero”